¡Gracias a Dios!

¡Gracias a Dios!

¡Gracias a Dios!

¡Saludos y Feliz día de Acción de Gracias! Mi nombre es Jordan Eigsti y soy el editor gerente de Holiness Today. Mientras reunía las páginas de esta edición, me vinieron a la mente varias canciones que cantaba en la iglesia cuando era niño. “Dad gracias de corazón, dad gracias al Santísimo, dad gracias porque ha dado a Su Hijo Jesús”, y “Entra en la presencia del Señor con gratitud y adórale de corazón”, entre otras, que se han repetido en mi mente. Me gustan estas canciones porque no nos animan a dar gracias por cómo nos va en nuestra vida. Nos recuerdan expresar gratitud al Señor por quién es Él y por lo que Él ha hecho.

Por mucho que la gratitud sea una elección de momento a momento, es la única respuesta que podemos tener como seguidores de Cristo. Como respuesta a mi saludo, “¿Cómo estás?” un viejo amigo siempre respondía, “¡Mejor de lo que merezco!”. Que gran recordatorio. Incluso en nuestros peores días, en medio de los muchos altibajos de la vida, ¡estamos mucho mejor de lo que merecemos porque somos lavados por la sangre de Jesús! Nuestras propias vidas son sostenidas por Su poder dentro de nosotros: un regalo de gracia divina.

En una de las últimas escenas de la vida terrenal de Jesús, Él nos dio el sacramento de la Comunión, recordándonos Su sacrificio. La noche en que fue entregado, sabiendo los acontecimientos que le esperaban, Jesús dio gracias y partió el pan con sus discípulos. A su vez, Él nos ordenó hacer esto en memoria de Él.

El poder de tomar la Santa Cena está grabado en mi mente cuando recuerdo un servicio específico de domingo por la noche durante mis años de adolescencia. Dos mujeres de nuestra congregación habían estado soportando tratamiento conta el cáncer. Mientras se paraban frente a la iglesia para contar sus historias, la primera mujer habló de su proceso y terminó su historia emocionada con las palabras: “Ya no tengo cáncer. ¡Gracias a Dios!”. La otra mujer subió a la plataforma y habló de su propio proceso, bastante diferente. Terminó con las palabras: “Todavía tengo cáncer. ¡Gracias a Dios!”. Terminamos la noche tomando la Comunión juntos como congregación. Este servicio se ha quedado conmigo hasta el día de hoy y sirve como un poderoso recordatorio de que mis propias circunstancias no dictan el nivel en el que estoy agradecido con Dios.

¿Estás en la cima de la montaña, experimentando una temporada llena de gozo? ¿Estás en las profundidades de la desesperación, sin saber lo que implica el siguiente paso? Dad gracias de corazón, dad gracias al Santísimo . . . Estás cubierto por Su sangre.

¡Gracias a Dios!

Jordan Eigsti es Editor Gerente de Holiness Today

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