La Divina Trinidad

La Divina Trinidad

La Divina Trinidad

Durante gran parte de la era moderna, los cristianos han tendido a descuidar la doctrina de la Trinidad. ¿No podemos concentrarnos únicamente en predicar el evangelio? ¿No deberíamos enfocarnos en la salvación y la santificación? ¿No es eso más práctico? ¿Por qué perder nuestro tiempo en algo tan difícil y abstruso como la doctrina de la Trinidad

Bueno, es verdad. La doctrina de la Trinidad a menudo se ha presentado como una especie de rompecabezas matemático. Las personas la han descrito como un triébol con tres hojas, un huevo, su cáscara y su yema, o como el hielo, el agua y el vapor son tres formas de lo mismo. Los teólogos han profundizado en explicaciones místicas usando términos abstractos de la filosofía antigua: esencia, sustancia, consubstancial, personas, hipóstasis y así sucesivamente.

Los hermanos Wesley también estaban impacientes con los intentos de dar tales explicaciones filosóficas. Johnn Wesley reconoció que palabras y frases como "tres personas" o "una sustancia" o incluso la palabra "Trinidad" en sí, no aparecen en la Biblia. Así que tenía la mente abierta sobre aquellos que no querían usar lenguaje no bíblico. Sin embargo, en un momento en que toda la doctrina estaba siendo atacada, los hermanos Wesley ciertamente creían en la doctrina de la Divina Trinidad. Charles incluso publicó un libro completo de himnos trinitarios. La doctrina de la Trinidad no es un rompecabezas filosófico o matemático. Surge de la alabanza y la adoración del pueblo de Dios.

¡Así que olvídese de las matemáticas! El mejor lugar para comenzar es con el evangelio. ¿Qué es el evangelio? Pablo resumió para los cristianos en Corinto el evangelio que les había predicado por primera vez: "que Cristo murió por nuestros pecados según las Escrituras, que fue sepultado, que resucitó al tercer día según las Escrituras, que se apareció a Cefas [Pedro], y luego a los doce..." (1 Corintios 15:3-5).

Ese es el evangelio. Es una historia, una narrativa con dos episodios: la crucifixión y la resurrección. Con el tiempo, ese evangelio se desarrollo en dos afirmaciones: que el mismo Cristo reveló su verdadera humanidad en sus sufrimientos, pero que reveló su verdadera deidad al resucitar de entre los muertos. Por supuesto, él también era verdaderamente Dios mientras sufría por nosotros; y era verdaderamente humano mientras resucitó nuestra humanidad inmortal de entre los muertos. Ese es el corazón del evangelio cristiano.

Pero hay más en esta historia, porque necesitamos saber de dónde vino este Cristo y cuál es la consecuencia de su muerte y resurrección. Incluso la predicación más temprana de este evangelio (ver el sermón de Pedro el día de Pentecostés en Hechos 2) incluía también que Cristo fue enviado por Dios su Padre, y que después de su resurrección y ascensión, él envió su Espíritu Santo desde el Padre. Esta historia más amplia tiene tres episodios: el Padre envió al Hijo; el Hijo murió por nuestros pecados y resucitó; y el Hijo envió el Espíritu Santo del Padre. Ese es el corazón completo del evangelio cristiano.

Y es por eso que cuando las personas se convertían, eran bautizadas en Jesús y, por lo tanto, en "el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo" (Mateo 28:19). Ser bautizado en Jesús era ser bautizado en este nombre: el nombre del Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. De ahí es de donde vinieron los credos antiguos. Son palabras en las que el nuevo cristiano dio testimonio de la fe en el momento del bautismo.

Es decir que, nuestra doctrina de Dios, el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, está firmemente basada en el evangelismo, en la predicación de este evangelio con sus tres episodios, que, no obstante, es una sola historia. Está firmemente basado en el sacramento del bautismo, en ser bautizado en este nombre. Así que cuando los pastores dicen: "Yo lo bautizo en el nombre de..." no quieren decir "como el representante de...". La preposición es realmente "dentro": yo lo bautizo en Jesús, para que sea miembro de su cuerpo y, por lo tanto, en el único nombre, el único Dios, el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, revelado en la historia del evangelio.

¡Por supuesto, esto sigue siendo un misterio! Si no fuera un misterio más allá de nuestra capacidad de explicarlo, no estaríamos hablando de Dios, sino de algún ídolo de nuestra propia imaginación. Si el universo en toda su vasta complejidad fuera completamente explicado por nuestras teorías, podríamos dudar de si realmente lo hemos entendido. ¡Cuánto más es eso cierto del Dios eterno e infinito!

Hemos desarrollado un vocabulario que pretende ser útil y evitar los malentendidos. Así que cuando la iglesia dice en el Credo de Nicea que el Hijo es de la misma naturaleza que el Padre, está descartando algún tipo de politeísmo en el que nuestro Señor Jesucristo es menos que plenamente Dios. Y cuando dice que adoramos al Espíritu Santo, está rechazando la idea de una jerarquía de dioses. Adoramos solo a un Dios.

La otra palabra valiosa que la iglesia ha elegido es la palabra "persona": que el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo son tres "personas". Eso no significa que haya tres individuos. El concepto del individuo es la noción de un ser indivisible que es autosuficiente y no necesita relaciones. Pero una persona solo existe dentro de las relaciones que la forman. Así que nuestro Dios es un Dios indivisible: un individuo, un Dios. Pero Dios tiene su ser en las interrelaciones de las tres "personas". El Padre es Padre como Padre de este Hijo, el Hijo es el Hijo de este Padre y el Espíritu Santo es el Espíritu del Padre y el Hijo en su amor mutuo. Eso es en última instancia lo que queremos decir cuando decimos: "Dios es amor". Dios es amor eternamente, incluso antes de la creación del mundo, en la comunión sagrada del Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Como tal, Dios es un Dios indivisible.

Más allá de eso, realmente no podemos ir. Tampoco es que necesitemos hacerlo. Es suficiente para nosotros saber que esa fuente eterna e inagotable de amor y vida Paternal ha venido a abrazarnos en la Encarnación del Hijo, en nuestra humanidad y que hoy habita en nosotros por medio de su Espíritu.

T. A. Noble es profesor de investigación en el Nazarene Theological Seminary y es investigador principal en el Nazarene Theological College, en Manchester.

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