El Juez Justo

El Juez Justo

La doctrina de la justificación abarca más matices que solo la palabra misma. La palabra griega “δικαιοσύνη” que se usa para “justificación” se extiende a una variedad de significados en Inglés, incluyendo justificación, justicia, veracidad y rectitud. Para explicar el concepto de justificación, debemos capturar múltiples vínculos entre estas diversas palabras en la familia δικαιο. La justificación se refiere a los medios por los cuales se establece la relación humana con Dios y, como tal, requiere un análisis amplio del Nuevo Testamento como una historia y no solo un análisis estrecho de ciertos pasajes donde aparece la “justificación”.

Justificación de Dios en Cristo

En primer lugar, se describe a Dios mismo como justo y recto (Deuteronomio 32:4; Salmo 11:7; Mateo 6:33). Pero la rectitud de Dios (justicia) no es simplemente un atributo de Su carácter. Principalmente es la actividad de gracia y bondad de Dios hacia Su pueblo del pacto y hacia toda la raza humana (Deuteronomio 32; Jeremías 31:11, Romanos 3:21; 1 Pedro 1:10). Además, da testimonio de la fidelidad de Dios en su relación de pacto con el pueblo de Israel (Romanos 9:1-10:1), que se supone deben ser una luz para las naciones (Isaías 42:6). Mientras que la gente en el pasado siguió desobedeciendo a Dios, permitiendo que el pecado gobernara sus vidas, Dios en Su justicia permaneció fiel a Su relación con Israel. Dios prometió actuar de una manera poderosa, para redimirlos de la opresión y el pecado, guiarlos en la obediencia y, finalmente, cumplir sus propósitos más grandes de atraer a todas las naciones de regreso a sí mismo (Isaías 52:10; Jeremías 31:10; Zacarías 14:1-21; Hechos 2:16-21).

Los escritores del Nuevo Testamento testifican que la justicia de Dios ha sido revelada en Cristo (Romanos 1:17; 3:21). Lo que Adán, Abraham, Israel o la Ley, debilitados por la carne, no pudieron hacer, Dios lo hizo al enviar a Su propio Hijo en semejanza de carne de pecado (Romanos 8:3). Además los escritores del Nuevo Testamento enfatizan la importancia de que Cristo esté en carne humana desde la ascendencia davídica o judía (Mateo 1:1; Lucas 3:23-27; Hechos 2:33-36; Romanos 1:3). En este sentido, Cristo representaba no solo a la humanidad sino también a Israel. Mientras estuvo en la carne Cristo permaneció fiel a Dios, hasta la muerte en la cruz (Filipenses 2:6-8). Su vida de obediencia derrotó al pecado (Hebreos 4:15), y todos  los que pecaron y están destituidos de la gloria de Dios ahora son justificados por Su gracia como un regalo a través de la redención de Jesucristo (Romanos 3:23-24). Jesús es el Mesías judío y el Salvador del mundo. En eso, Dios permaneció fiel a Su promesa a Abraham de bendecir a las naciones a través de Israel y sanar al mundo.

El Nuevo Testamento traza un estrecho paralelo entre la rectitud de Dios o Su justicia y la de Cristo. La justicia de Dios se ha cumplido a través de la propia justicia y fidelidad de Cristo (Romanos 3:22; Gálatas 2:16).      1 Pedro describe el acto de Cristo como la muerte del Justo por los injustos para restaurar a la humanidad a la relación con Dios (1 Pedro 3:18). Literalmente, el acto de justicia de Cristo conduce a la justificación y la vida para todos (Romanos 5:18) Cristo fue entregado a la muerte por nuestros pecados y resucitó para nuestra justificación (Romanos 4:25). Él es el sacrificio de nuestra expiación (Romanos 3:25). En Cristo, ha comenzado una nueva era, la era de la restauración cósmica poniendo todo el mundo en orden en Cristo (2 Corintios 5:17).[1]

Nuestra Justificación

¿Qué sucede ahora con nuestra justificación?  ¿Cómo nos afecta la obra de Dios en Cristo? Pablo discutió el tema de la justificación corporativa en sus cartas, señalando extensamente el hecho de que en Cristo el poder del pecado fue quebrantado (Romanos 6:6-8). Ahora, todas las naciones son llamadas a la obediencia de la fe (Romanos 1:5; 6:18) y son bienvenidas para ser adoptadas en la familia de Dios por el Espíritu de Cristo (Romanos 8:12-17). Todos nosotros, como raza humana colectivamente, estamos invitados a participar en una nueva solidaridad con Cristo y en Su obediencia. El verbo “justificar” siempre se usa en sentido pasivo en relación con la humanidad: “ser justificado”. Esto implica que algo le está pasando a las personas y apunta a la iniciativa de Dios en Cristo como base para tu justificación y la mía. Ser justificado es ser transferido de un reino a otro, es decir, de ser esclavos del pecado a la obediencia, de la muerte a la vida y de estar bajo la ley a estar bajo la gracia. Este es el lenguaje de Pablo en Romanos 6 y 7 en particular. El que es justo, justifica a todos los que tienen fe en Él (Romanos 3:2426). Significa  que Dios en Cristo nos declara justos por la fe y nos invita a Su abrazo.

Por un lado la justificación es el acto de redención de Dios en Cristo para toda la creación. Dios actuó por nosotros previamente en Cristo y la justificación ya se efectuó para todos. Ahora somos libres para responder a la gracia de Dios y ser completamente aceptados como justos en relación con Dios a través de la fe en Cristo independientemente de la justicia de las obras. Pero por otro lado, hay más en nuestra justificación. La justificación también tiene que ver con la relación y restauración, porque la restauración de relaciones y la transformación son las metas de la actividad justa y redentora de Dios.

Dios quien tomó la iniciativa de revelar Su justicia en Cristo, siempre está obrando y capacitará a Su pueblo para querer y obrar por Su buena voluntad (Filipenses 2:13). En 2 Corintios, Pablo dice explícitamente que la justicia de Dios puede ser nuestra: “Al que no conoció pecado, [a Cristo] lo hizo pecado por nosotros, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en Él (5:21). Si Cristo es la fuente de la “justicia” (1 Corintios 1:30), entonces Su pueblo también debe encarnar Su justicia. El Espíritu de Cristo se derrama sobre el pueblo de Dios para acompañarlo en este esfuerzo para que llegue a ser realidad lo que por declaración de Dios ya es (Gálatas 4:4-7).

La imagen de la justificación en el Nuevo Testamento no está completa sin mencionar la promesa de Dios de la justificación final en Cristo que espera la gloria futura de todo el orden creado (Romanos 8:18-27; 1 Corintios 4:5). Dios, en Su justicia y fidelidad, juzgará los secretos de todos los corazones a través de Cristo y restaurará todas las cosas a su correcta relación en el tiempo final. Mientras tanto, los que son justificados están llamados a reconciliarse y a ser embajadores de la reconciliación por Cristo (2 Corintios 5:20). Este es un “llamado a recibir lo que Dios ya ha dado, a apropiarse de lo que Dios ya ha hecho” y “a encarnar y manifestar en su vida individual y corporativa la realidad de su reconciliación con Dios”.[2]

Svetlana Khobnya es profesora de estudios bíblicos en Nazarene Theological College en Manchester, Reino Unido.

Holiness Today, noviembre/diciembre 2020


[1] . Wright N. T. The Letter to the Romans: Introduction, Commentary, and Reflections. (La carta a los romanos: introducción, comentario y reflexiones). Páginas 395-770 en The New Interpreter’s Bible (vol. X; Nashville: Abingdon Press, 2002), 399.

[2] Victor Paul Furnish, The Ministry of Reconciliation (El ministerio de la reconciliación), en Currents in Theology and Mission 4 (1977): 212.

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