Agar

Agar era la madre de Ismael, el hijo primogénito de Abraham. Es posible que recuerde que Agar y Sara, la esposa de Abraham, tuvieron una relación muy tormentosa. Sara era la ama de Agar; es decir, su dueña. Agar era una esclava, una joven mujer arrebatada o comerciada de su tierra natal egipcia. Sara quería desesperadamente tener un hijo, pero su cuerpo era incapaz de concebir uno, así que ella le ofreció a Abraham el cuerpo de su esclava. Agar, por su parte, habría entendido que ella estaba siendo tratada no como una persona, sino como un objeto sexual para ser usado hasta que ella concibiera un heredero. No hay ninguna mención de amor o afecto o incluso respeto por Agar. Ni por parte de Abraham, mucho menos por parte de Sara. La vida de Agar no mejoró una vez que ella quedó embarazada. Las Escrituras nos dicen que ella despreciaba a Sara y, sin duda, también sus circunstancias.
Como resultado del maltrato de Sara y la indiferencia de Abraham, Agar huyó... pero ella no llegó muy lejos. Un ángel de Dios la encontró en el camino y le ordenó que regresara con Sara, anunciándole que el SEÑOR estaba haciendo una promesa similar al hijo de Agar como la que le había hecho a Abraham, que sus descendientes serían demasiado numerosos para ser contados. Un ángel dirigió a Agar para que le pusiera a su hijo el nombre de Ismael, que significa: "Dios escucha". Dios ya estaba respondiendo a Agar y ella acababa de salir en busca de un nuevo futuro. Ella determinó obedecer a Dios y regresó con Sara. Como era de esperar, su estatus no cambió cuando Ismael nació.
Aproximadamente una docena de años después, Sara concibió y dio a luz a Isaac. Pero la preocupación empañó la alegría de Sara. Ismael representaba una amenaza. Sara le exigió a Abraham que expulsara a "esa esclava y a su hijo" para que "el hijo de esa esclava jamás tenga parte en la herencia con mi hijo Isaac" (Génesis 21:10). Estos dos, Agar e Ismael, anteriormente considerados la salvación de la familia, ni siquiera merecieron la cortesía de que Sara pronunciara sus nombres.
Las Escrituras nos dicen que la disposición de Sara "angustió mucho a Abraham porque se trataba de su propio hijo [Ismael]" (21:11). Las Escrituras no mencionan que Abraham expresara ninguna angustia sobre el destino de Agar, tal vez porque él todavía la consideraba solo como una antagonista de Sara, que había interrumpido la paz de su casa. Pero Dios le aseguró a Abraham que cuidaría de Agar y de su hijo, así que a la mañana siguiente, Abraham despidió a Agar e Ismael, proporcionándoles solo algo de comida y un odre de agua. Sin bendición. Ni un beso de despedida.
Sus escasas provisiones disminuyeron rápidamente y la sombra de la muerte se avecinaba. Agar dejó a su hijo debajo de un arbusto y se fue a sentar a cierta distancia. Ella sabía que él iba a morir y ella no podía soportar verlo. ¿Dónde estaba este Dios por quien ella había puesto nombre a su amado hijo? ¿El Dios que escucha? Agar comenzó a llorar mientras revivía todas las heridas y humillaciones, las esperanzas perdidas y la muerte inminente de Ismael. Ismael también estaba llorando.
Y Dios Los Escuchó
El ángel de Dios le habló a Agar, llamándola por su nombre. Para Dios ella no era solo una esclava sin nombre. Ella era su hija, Agar. Ella había soportado mucho y había sobrevivido y había sido obediente a sus mandamientos, incluso cuando eso le había costado su dignidad y libertad. Agar había sufrido, de maneras grandes y pequeñas, durante la mayor parte de su vida. Madre e hijo iban a morir en el desierto. Y entonces . . "No temas. Dios ha escuchado" (Génesis 21:17).
El Dios que escuchó a Agar varios años atrás es el mismo Dios que la escuchó ahora. Él habló palabras de vida y promesa, misericordia y gracia. En el punto más bajo de su vida de esclavitud y humillación, Dios abrió los ojos de Agar a las posibilidades y a su provisión. Agar vio un "pozo de agua". El texto tiene cuidado de no decir que Dios hizo que un pozo de agua comenzara a burbujear a través de la arena. Lo que dice es: "Dios abrió los ojos de Agar y ella vio un pozo de agua" (21:19). Estuvo ahí desde el principio, pero en medio de su dolor, ira, humillación, agotamiento y desesperación, Agar no podía ver el camino que Dios había hecho para ellos.
Ismael y su madre continuaron viviendo en el Desierto de Parán. Ellos no fueron rescatados de su situación; fueron rescatados en medio de ella Dios los dejó en el desierto, donde aprendieron a lidiar con su nueva vida. Se regocijaron en la compañía de Dios y no pidieron nada más que trabajo para hacer, comida y agua para sobrevivir y la oportunidad de construir su propia familia. No parece mucho, ¿verdad? A menos que usted haya pasado tiempo siendo acosado, menospreciado, maltratado, abandonado por su familia, sin esperanza y cerca de la muerte. Entonces significa mucho tener un Dios que escucha.
Ese Dios es nuestro Dios. Él trabaja con lo que tiene, con lo que estamos dispuestos a darle. ¿Puede ser caótico? ¿Complicado? ¿Menos que ideal? Sí. Tal vez hayamos experimentado un dolor indescriptible y un rechazo insondable. Tal vez algunos de nosotros. al igual que Agar, hemos sufrido abuso sexual o hemos sido víctimas de trata. Pero Dios puede tomar cualquiera de nuestras confusiones, cualquiera de nuestras complicaciones, cualquier cosa que está lejos de ser perfecta y convertirla en algo extraordinario, incluso si parece bastante ordinario para los demás. Siga orando. Siga observando y esperando. Siga clamando. Deje que Dios abra sus ojos a su provisión. No se rinda, porque nuestro Dios escucha. Y él responde cuando más lo necesitamos.
Mary Lou Shea