Restaurados y Equipados para la Gloria de Dios

Restaurados y Equipados para la Gloria de Dios

Restaurados y Equipados para la Gloria de Dios

“El Dios de paz levantó de entre los muertos al gran Pastor de las ovejas, a nuestro Señor Jesús, por la sangre del pacto eterno. Que él los capacite en todo lo bueno para hacer su voluntad. Y que, por medio de Jesucristo, Dios cumpla en nosotros lo que le agrada. A él sea la gloria por siempre jamás. Amén.

 

Hebreos 13:20-21 (NVI)

 

¡Qué hermosa manera de cerrar esta carta del “escritor anónimo” a los hebreos! La bendición del autor reitera todo lo que dijo en la carta. Bendice a los hermanos con algunos elementos esenciales del mensaje a los hebreos: la naturaleza de Dios, el poder de la resurrección de Cristo y el propósito de la santificación.

 

La primera parte de la bendición es un recordatorio de que todas las bendiciones vienen del “Dios de paz”. El término “paz” en esta bendición nos recuerda la totalidad, plenitud y grandeza de Dios, quien nos devuelve la paz completa (Shalom – Eirene): paz con Dios, paz con los demás y paz dentro de nosotros mismos. Una paz que sobrepasa todo entendimiento.

 

La bendición nos lleva luego al poder de la resurrección, que nos devuelve a una relación con el Padre, nos capacita para toda buena obra y nos santifica a la semejanza de Cristo. Todo para su gloria.

 

Al resucitar a Cristo de entre los muertos, el Dios de paz no sólo nos recuerda que nuestros pecados han sido perdonados en la cruz del Calvario, sino que nos afirma que podemos tener poder sobre el pecado mismo. Se nos recuerda que, por la fe, uniéndonos a Cristo en su muerte, nosotros mismos morimos a la vida en la carne y nos consagramos a la vida en el espíritu. Esto es lo que llamamos en nuestra doctrina “Santificación inicial”, el paso en el que, al aceptar su señorío, recibir el don de su muerte y reconocer el poder de su resurrección, nos unimos a Cristo en su muerte a la vez que nos unimos a Él en su resurrección. El difunto Superintendente General William Greathouse lo dice elocuentemente en su comentario a la Epístola a los Romanos con respecto a Romanos 6:5: “Si hemos muerto figurativamente al pecado de la misma manera que Cristo murió literalmente por nuestros pecados, entonces en la resurrección, somos resucitados figurativamente a una nueva vida de la misma manera que Cristo fue literalmente resucitado de entre los muertos. Aunque como creyentes, la resurrección nos asegura la vida eterna incluso después de la muerte, el poder de la resurrección ya nos da una nueva vida que disfrutamos en abundancia. Por eso el apóstol Pablo recordó a los corintios que, “el que está en Cristo es una nueva criatura, las cosas viejas pasaron, es decir, murieron con Cristo y gracias a su resurrección, todas las cosas son hechas nuevas” (1 Corintios 5:17). Romanos 6:4 añade que: “fuimos sepultados juntamente con Él en su muerte, para que como Cristo resucitó de entre los muertos para la gloria del Padre, así también nosotros andemos en vida nueva”.

 

La resurrección nos permite vivir una vida nueva y abundante.

 

Entonces el poder de la resurrección va más allá de nosotros mismos. Gracias al poder de la resurrección, podemos ser agentes de la buena noticia de salvación para todo el mundo. En la mayoría de los acontecimientos posteriores a la resurrección de Cristo en los evangelios, la revelación de la resurrección de Cristo fue seguida por el anuncio del milagro del poder de la resurrección a otros. Las mujeres que fueron al sepulcro se lo contaron a los discípulos, los discípulos que lo vieron se lo contaron a otros y luego Cristo mismo, apareciéndose a todos los discípulos, les dio la Gran Comisión de “ir por todo el mundo y predicar el evangelio a toda criatura”. La muerte y resurrección de Cristo nos da poder no solo sobre el pecado y la muerte, sino también para estar equipados para compartir ese mensaje de reconciliación a todo el mundo. Por eso el apóstol Pablo conecta la verdad de una nueva vida en Cristo con el propósito de esa nueva creación: “. . . Todo esto (salvación, poder sobre el pecado y nueva vida) proviene de Dios, quien por medio de Cristo nos reconcilió consigo mismo y nos dio el ministerio de la reconciliación” (2 Corintios 5:18).

 

La resurrección nos da el poder para ser comisionados para toda buena obra en el nombre de Jesús.

 

Además, el poder de la resurrección nos permite ser conformados a la semejanza de Cristo. Gracias a la cruz y a la tumba vacía, somos perdonados de nuestros pecados, nos unimos a Cristo en su muerte y resurrección, lo que nos permite tener victoria sobre el pecado y nos convertimos en embajadores de su gracia. Pero aún hay más. Esta bendición nos recuerda que ahora nosotros, sus embajadores, quienes hemos experimentado la gracia y el poder de la resurrección de Cristo, que nos permite ver la gloria del Señor en toda su plenitud, resucitado, venciendo a la muerte, el pecado y el mal, “somos transformados a su semejanza con más y más gloria por la acción del Señor, que es el Espíritu” (2 Corintios 3:18).

 

Gracias al poder de la resurrección, podemos ser transformados a la semejanza de Cristo.

 

Pero todo esto, nuestra relación restaurada con el Dios de paz, el poder de la resurrección, el equipamiento de los santos para toda buen obra y la dotación de la semejanza de Cristo en nosotros, tiene un solo propósito: para la gloria presente y eterna de Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo. ¡Amén!

 

Gustavo Crocker es superintendente general de la Iglesia del Nazareno.

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