LUNES: Jesús Limpia el Templo

LUNES: Jesús Limpia el Templo

LUNES: Jesús Limpia el Templo

Los acontecimientos del lunes están registrados en Mateo 21:12-17, Marcos 11:15-19 y Lucas 19:45:48.

  • Después de pasar la noche en Betania, Jesús y sus discípulos emprenden el regreso a Jerusalén. Él maldice una higuera que no da fruto.
  • Jesús llega al templo y encuentra el patio lleno de cambistas. Los expulsa y derriba sus mesas, limpiando el templo.
  • Sale de la ciudad con sus discípulos.

Y mientras les enseñaba, decía: ¿No está escrito: ‘Mi casa será llamada casa de oración para todas las naciones’? pero ustedes la han convertido en cueva de ladrones. Al oír esto los principales sacerdotes y los maestros de la ley, buscaban la manera de matarle, porque le temían, porque toda la multitud estaba admirada de su enseñanza. Marcos 11:17-18.

En su libro The Big Short (La Gran Apuesta), el autor Michel Lewis cuenta la historia de una serie de personas desconectadas entre si, ajenas a Wall Street, que vieron las graves fallas en el mercado inmobiliario e hipotecario y predijeron el colapso masivo del mercado de valores estadounidense en el otoño de 2008. El mercado inmobiliario había sido tan estable durante años que este grupo de extraños no pudo lograr que nadie prestara atención a sus advertencias. Entonces, utilizando un complicado conjunto de valores, cada uno de ellos prácticamente apostó contra la estabilidad del sistema bancario hipotecario y cuando se produjo la crisis, sus advertencias quedaron más que validadas. Al final, cada uno de ellos obtuvo una gran riqueza a partir de la gran pérdida de los demás.

El evento en la vida de Jesús que a menudo llamamos la limpieza del templo es ciertamente un momento significativo durante la última semana de la vida y el ministerio de Jesús. Es una de esas pocas acciones de Jesús narrada por los cuatro evangelistas. No hay duda de que el evento fue significativo; la pregunta es ¿Cuál fue su significado?

Desafortunadamente nuestro enfoque al predicar y enseñar este texto a menudo se ha centrado en cómo Jesús volcó las mesas de los cambistas. Con frecuencia asumimos que la raíz del problema en el Templo debe haber sido la codicia y que el punto de este incidente debe ser que Jesús se sintió ofendido por la combinación de adoración y comercio en un lugar tan santo. Mientras crecía, había un hombre en mi iglesia que se enojaba cada vez que una de las áreas del ministerio (niños, jóvenes, mujeres, misiones, etc.) se instalaba en el vestíbulo de la iglesia vendiendo adornos en Navidad, camisetas para la EBV, o entradas para el próximo banquete de viudas y viudos. “Esta casa será llamada casa de oración”, les gritaba. “¡Pero lo habéis convertido en una cueva de ladrones!”.

En defensa de los cambistas, ellos estaban ofreciendo un servicio importante en el patio del Templo. Los viajeros que realizaban viajes religiosos a Jerusalén a menudo venían de grandes distancias y de países donde la moneda era diferente a la aceptada para pagar el impuesto del Templo. La oportunidad de comprar un animal para los sacrificios que se llevaban a cabo, significaba que uno no tenía que cargarlo ni arrastrarlo durante millas en el viaje.

Si bien nos centramos en lo que parece ser codicia, a menudo pasamos por alto el significado más importante que la limpieza del templo habría tenido para los primeros lectores de los Evangelios. En el año 70 d.C. en respuesta al conflicto en curso entre los romanos y el pueblo judío, el emperador romano Vespasiano hizo que Tito destruyera el Templo. La mayoría de los eruditos fecharían la escritura de los Evangelios en los años durante o inmediatamente después de este evento cataclismico. Este poderoso momento en Jerusalén vuelve a narrarse con la destrucción del Templo fresca en la mente de los lectores originales. Desde este punto de vista, la limpieza se convierte en un acto de juicio, por parte de Jesús sobre el Templo. Recuerde, su toma de autoridad en el templo fue seguida inmediatamente por el pronunciamiento de una maldición sobre la higuera.

En este acto, Jesús proclamó juicio sobre el Templo y el aparato religioso de Jerusalén y efectivamente, en tan solo unos años, el juicio divino que Jesús había proclamado se había cumplido. Ninguna piedra del Templo quedó sobre otra.

Para los primeros lectores de los Evangelios, la entrada de Jesús en Jerusalén y su juicio en el Templo era ahora, además de su resurrección, una validación adicional de su ministerio y de su vocación como redentor mesiánico de Israel. Al igual que aquellos que ignoraron las advertencias de los extraños intermediarios que parecían profetas en La Gran Apuesta, nadie escuchó las advertencias llenas de lágrimas de Jesús sobre el juicio divino que él afirmaba que se avecinaba sobre Jerusalén y el Templo. Pero al final, la desaparición del Templo sirvió como prueba trágica de las afirmaciones de autoridad divina de Jesús y expuso el fracaso del pueblo en seguir a Jesús en el camino alternativo de discipulado que él estaba ofreciendo.

Entonces ¿Qué derribó el Templo? ¿Por qué el Templo estaba bajo juicio divino? Esta es una pregunta complicada con una rica variedad de respuestas. Es difícil exagerar el significado simbólico del templo para la cosmovisión judía del primer siglo. El Templo no era sólo el centro de la vida religiosa sino también el centro de las esperanzas políticas, económicas e incluso nacionales de Israel. Lo que pretendía ser la encarnación de una alternativa a los patrones del mundo se había convertido en una versión religiosa de las costumbres de las mismas formas de los principados y potestades. En lugar de encarnar la unión del cielo y la tierra, el templo personificó la misma hambre de poder, dependencia a la violencia y autocomplacencia que el mundo que debía redimir. En lugar se ser un lugar de nueva creación lleno de oración, el templo se convirtió en una exposición de los valores del imperio envueltos en vestimentas y ceremonias religiosas.

No dudo que cuando Dios, en Cristo, fue testigo de que lo que debía ser un lugar que ofreciera a la gente una paz alternativa estaba encarnando el camino del mundo, su corazón se rompió y lo impulsó hacia el juicio. No obstante, el peso del pecado no puede evitar volverse contra si mismo y traer destrucción. Todos los imperios acaban cayendo. Y cuando el templo se convierte en una manifestación más del imperio, eventualmente también colapsará. No puede sostenerse.

La limpieza del templo no es sólo un recordatorio del juicio de Cristo sobre el Templo, y ahora sobre la iglesia, cuando se convierte en nada más que el imperio envuelto en túnicas de religión, también nos recuerda que Jesús nos ofrece una forma alternativa de vivir: el camino de la oración, el camino de la paz, el camino de la cruz. El templo puede ser derribado, pero en el poder de la resurrección él puede reconstruirlo (en tres días), como un pueblo no hecho de ladrillos, sino edificado sobre Cristo como piedra angular y lleno del poder de su Espíritu,.

T. Scott Daniels es Superintendente General de la Iglesia del Nazareno.

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