La Iglesia Para Todos

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¿Qué está pasando? Me pregunté mientras veía el ataque nervioso de mi hijo de 1 año. Él, de todas las personas, la estrella del espectáculo, debería estar disfrutando mucho este momento: ¡Su primera fiesta de cumpleaños!

¡Rodeados de familiares, amigos y globos en abundancia, ¡estábamos todos emocionados celebrando su pequeña vida! Sin embargo, allí estaba él, sentado en una silla alta, gritando a todo pulmón con el pastel decorado de chocolate apretado en sus puños y en toda su cara.

Esta escena puede parecer típica para muchas mamas y papás experimentados. Para nosotros era una señal más en el camino que estábamos a punto de emprender con nuestro hijo. Después que algunos marcadores de crecimiento y desarrollo no se cumplieron, comenzamos a buscar respuestas activamente. Pronto aprendimos el significado de términos como trastorno del procesamiento auditivo, trastorno del procesamiento sensorial, dispraxia, bajo tono muscular y otros. La vida comenzó a transformarse en nuevos ritmos de terapias educativas, ocupacionales y conductuales. Conocimos a un grupo completamente nuevo de personas, no solo profesionales, sino también otros padres como nosotros, que estaban en un viaje similar. Al igual que nosotros, estos padres estaban abrumados, asustados, sintiéndose solos y aislados y añorando una comunidad.

Cuanto más aprendíamos mi esposa y yo sobre esta comunidad y las familias con niños con necesidades especiales, más me daba cuenta de la increíble oportunidad y responsabilidad que Dios nos tiene como iglesia para ser el lugar de comunidad que ellos anhelan.

El paraguas que clasifica a los niños con “necesidades especiales” o “en riesgo” es amplio, y descubrimos que había muchas organizaciones y ministerios que satisfacían diversas necesidades físicas. Incluso, nos dimos cuenta de que quedaba una gran brecha para estas familias que no encontraban un lugar al cual pertenecer.

En los días de Jesús, los marginados y desterrados eran leprosos que fueron incomprendidos, condenados al ostracismo, rechazados y desechados en medio de sus difíciles jornadas. Existe una correlación moderna: los niños con necesidades especiales pueden ser malinterpretados, rechazados y condenados al ostracismo tanto por sus compañeros como por los adultos. Incluso en la iglesia local, las familias que tienen niños con necesidades especiales a menudo son rechazadas, ya que se les dice a los padres que sus hijos no pueden unirse porque “no sabemos como manejarlos”. Muchas iglesias carecen de conciencia, capacitación o recursos para ministrar e integrar de manera efectiva a los niños con necesidades especiales en su comunidad.

Casi una quinta parte de todos los estadounidenses, más de 54 millones de hombres, mujeres y niños tienen una discapacidad física, sensorial o intelectual. Eso significa que en una clase de 20 niños, potencialmente cuatro están en esta categoría, cuatro de veinte.

 

Hace años, comenzamos un ministerio de necesidades especiales, no anticipamos los desafíos que enfrentaríamos. Con la ayuda de nuestros maestros y asistentes, perseveramos. La integración de niños con necesidades especiales en las clases de nuestros niños y en la comunidad de nuestra iglesia fue de vital importancia. Todos los niños necesitan y merecen ser amados y rodeados por el cuerpo de Cristo. Los niños con necesidades especiales no son un programa de la iglesia . . . son la iglesia.

Para integrar a nuestros niños con necesidades especiales, llevamos a cabo cursos de capacitación que equiparon, educaron y ayudaron a nuestros equipos a captar la visión de ministrar a niños y familias de manera integral. Al principio fue incómodo para algunos, pero juntos descubrimos que cada niño era como cualquier otro niño: querían ser amados y pertenecer. Estos padres eran como cualquier otro padre, con sueños para sus hijos y la necesidad de ser amados y aceptados.

Las raíces de la Iglesia del Nazareno están impregnadas de compasión; la denominación comenzó con personas apasionadas por ministrar a “los más pequeños de estos”. Este sigue siendo nuestro llamado. Cuando los discípulos les dijeron a los niños pequeños que dejaran de molestar a Jesús, Jesús respondió: “Dejen que los niños venga a mí; ¡No los detengan! Porque el reino de Dios pertenece a los que son como estos niños” (Lucas 18:16). Esto es, TODOS los niños.

Comenzar un programa para niños con necesidades especiales puede parecer abrumador. Pero seguir la amonestación de nuestro Señor no se trata de comenzar un programa, se trata de ser Jesús para los niños y las familias que Él ama. Las iglesias no necesitan habitaciones lujosas ni planes detallados. Podemos comenzar a buscar formas de dar la bienvenida, brindar recursos y ayudar a los niños que ya tenemos y que están luchando.

¿Qué necesita un niño en particular para poder sentirse amado, pertenecer y aprender acerca de Jesús? Algunos niños pueden necesitar un compañero que los ayude a mantenerse enfocados. Algunos niños pueden necesitar un par de auriculares para ahogar los ruidos adicionales que bombardean su sistema. Algunos niños necesitan la oportunidad de pararse en la parte de atrás del salón y caminar mientras escuchan la lección. La integración con el resto de los niños se ve diferente para cada niño.

A medida que ministras al niño que se te ha encomendado, vendrán más niños. Hay muchas familias en todos los barrios del mundo que anhelan la comunidad y experimentar el amor de Jesús. Cuando una nueva familia viene a la iglesia, un gesto de gracia sería caminar junto a los padres acoger, amar y dar recursos para su hijo con necesidades especiales, de una manera que les permita aprender acerca de Jesús.

Recuerda que no hacemos esto por nuestra cuenta. El Buen Pastor ya está buscando niños con necesidades especiales y sus familias. Los ama profundamente. A media que amemos a nuestros hijos y modifiquemos nuestras prácticas para no obstaculizar su aprendizaje y participación, Dios proveerá las personas que puedan ministrarlos específicamente. Simplemente estamos siguiendo el ritmo de nuestro Salvador y trabajando en colaboración con lo que nuestro compasivo Dios desea para sus hijos.

Jesús nunca vio a los niños con necesidades especiales como algo más que sus amados hijos. Estamos llamados a hacer lo mismo.

Marcus LeBaron es pastor de niños en la Iglesia del Nazareno de Oro Valley en Oro Valley, Arizona,     EE. UU.

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