Identidad

Identidad

Carla Sunberg

 

El robo de identidad aparece constantemente en las noticias. Si utilizas las redes sociales, sabes que las identidades de las personas son robadas regularmente. ¿Cuántos de nosotros hemos recibido una solicitud de amistad en las redes sociales de alguien que ya era nuestro amigo? Al mismo tiempo, hay productos que nos venden para proteger la identidad. Tenemos sistemas en los aeropuertos como "Clear" que pueden identificarnos mediante un escaneo de iris. Vivimos en una época en la que hay mucha preocupación por la protección de la identidad y aún así, puede ser que no vemos que tenemos un enemigo que busca robar nuestra identidad cada día.

Tú y yo somos personas a las que se les ha dado un regalo increíble. Dios, el Padre, envió a su Hijo en carne humana para restaurar la identidad que Adán y Eva perdieron en el Jardín del Edén. Dios nos ofrece esta restauración de identidad de forma gratuita.

¿Y cuál era nuestra identidad original?

La intención de Dios es que tú y yo seamos adoptados en la familia de Dios como hijos del Rey. Nuestra identidad restaurada es como hijos de Dios. La plenitud, o restauración, viene a través de la Entera Santificación.

La tentación de Jesús en el desierto nos proporciona una perspectiva interesante. Un examen cuidadoso del pasaje de Mateo 4:1-11 revela tres escenarios de tentación donde el enemigo desafía a Jesús en el aspecto de su identidad.

Las dos primeras tentaciones comienzan con "Si eres el Hijo de Dios". El diablo hace esto porque está en el negocio del robo de identidad, sabiendo que si puede robarle la identidad a Jesús, no hay esperanza para ninguno de nosotros.

En primer lugar, acusa a Jesús: "Si eres el Hijo de Dios, ordena a estas piedras que se conviertan en pan". Hay algo seductor en esta tentación, porque el enemigo quiere tentar a Jesús para que renuncie a su identidad proveyendo milagrosamente para Sí mismo. A primera vista, esto no parece una pérdida de identidad porque seguramente, el Hijo de Dios debería ser capaz de convertir las piedras en pan. Sin embargo, el enemigo está sugiriendo que Jesús no necesita vivir en dependencia del Padre, sino que puede ser autosuficiente. Lo que está en juego es la identidad de Jesús como Hijo. Si Jesús es el Hijo de Dios, entonces no tiene necesidad de quitarle poder o autoridad al Padre, en cambio, Él descansa en Su dependencia del Padre, porque esa es Su identidad.

A lo largo de la experiencia de Jesús en el desierto, descubrimos paralelismos con el deambular de los israelitas en su desierto. Los israelitas habían vivido durante años como esclavos en Egipto, pero Dios los estaba reclamando como suyos y liberando. Este fue un viaje hacia la libertad que los llevó, bajo el liderazgo de Moisés, al desierto. En su viaje por el desierto, ellos también fueron tentados en el aspecto de su identidad. Si realmente creían que eran el pueblo de Dios, entonces vivirían en completa dependencia de Dios.

El tentador intenta seducir a Jesús para que provea milagrosamente sustento para Sí mismo, por tanto, que sea infiel a Su identidad como Hijo de Dios. En el desierto, los israelitas habían aprendido que Dios les proporcionaría maná a diario. Cuando vivieron en su identidad como pueblo de Dios, Dios les proveía. Si Jesús vive en Su identidad como Hijo de Dios, entonces Él no necesita proveerse a sí mismo.

El enemigo no se conforma con tratar de robar la identidad de los israelitas, o la de Jesús; también nos persigue a nosotros. Lo último que querría es que viviéramos nuestra identidad como hijos de Dios con todos los derechos, el poder y la autoridad que se nos conceden como resultado de esa identidad. Así que viene y nos susurra: "No necesitas que Dios te sostenga; mira lo que puedes lograr por ti mismo". El enemigo utiliza las tácticas tradicionales que observamos en el Jardín del Edén, tentándonos cuando dice: "si tan sólo quieres [rellena el espacio en blanco], te haré creer que puedes hacer todo por ti mismo o por tu propio poder".

Esta es la gran mentira: hacernos creer que somos todopoderosos y que no tenemos necesidad de depender de Dios. No obstante, Jesús se dio cuenta que si tomaba las cosas en Sus propias manos, perdería su identidad como Hijo de Dios, por lo que se resistió, hasta el punto de la muerte.

Cuando extendemos la mano y abrazamos una identidad entregada por el enemigo, nos quedamos agarrados a un becerro de oro, mientras vemos cómo se nos escapa nuestra verdadera identidad en Cristo. Finalmente, el enemigo se burlará de nosotros cuando descubramos que somos rehenes de la identidad que cambiamos por la que Dios ya nos había proporcionado.

Algunos de nosotros hemos invertido en Lifelock, Identity Guard, o ID Shield, ¡por lo que podríamos estar pagando $29.95 al mes! Sin embargo, puede que este no sea el lugar donde somos más vulnerables. ¿Qué pasa con la protección de nuestra identidad espiritual?

Jesús salió victorioso de la tentación de encontrar Su identidad en las cosas terrenales; como resultado, pudo mantener su identidad como Hijo de Dios. Él nos ofrece un trato que es mucho mejor que cualquier cosa que podamos encontrar en Internet. Paradójicamente, es un regalo que no nos cuesta nada y, sin embargo, nos cuesta todo. Tenemos que desprendernos de todas las demás identidades que hayamos permitido que se conviertan en las principales en nuestras vidas, y someterlas a nuestra identidad como hijos del Rey. Así es como nos convertimos en el pueblo santo de Dios, llenos del Espíritu y viviendo como reflejos de Jesucristo.

Carla Sunberg es superintendente general de la Iglesia del Nazareno. Este artículo es una adaptación del libro Color: God's Intention for Diversity [Color: La intención de Dios para la diversidad], de Daniel A.K.L. Gomis y Carla Sunberg. Utilizado con el permiso de The Foundry Publishing.

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