La diversidad de los idiomas

La diversidad de los idiomas

La diversidad de los idiomas

Hubo un tiempo en la historia de la humanidad en el que el mundo tenía un idioma y un propósito común, según la narración bíblica:

«Tenía entonces toda la tierra una sola lengua y unas mismas palabras. Y aconteció que cuando salieron de oriente, hallaron una llanura en la tierra de Sinar, y se establecieron allí. Y se dijeron unos a otros: Vamos, hagamos ladrillo y cozámoslo con fuego. Y les sirvió el ladrillo en lugar de piedra, y el asfalto en lugar de mezcla. Y dijeron: Vamos, edifiquémonos una ciudad y una torre, cuya cúspide llegue al cielo; y hagámonos un nombre, por si fuéremos esparcidos sobre la faz de toda la tierra» -(Génesis 11:1–4).

Parece que la intención era mantener a todos en un lugar central y mantener la uniformidad entre ellos. Construir la ciudad y la torre fue el orgullo y logro de esa sociedad y mantener la uniformidad fue la fuerza impulsora. La ciudad y la torre se convirtieron en símbolos de la imposición de una cultura y un idioma dominante. Este movimiento hacia la uniformidad eliminó sistemáticamente otras culturas e idiomas que existían antes de la ciudad y la torre de Babel. «Estos fueron los hijos de Sem por sus familias, por sus lenguas, en sus tierras, en sus naciones» -(Génesis 10:31).

«Y descendió Jehová para ver la ciudad y la torre que edificaban los hijos de los hombres. Y dijo Jehová: He aquí el pueblo es uno, y todos éstos tienen un solo lenguaje; y han comenzado la obra, y nada les hará desistir ahora de lo que han pensado hacer. Ahora, pues, descendamos, y confundamos allí su lengua, para que ninguno entienda el habla de su compañero. Así los esparció Jehová desde allí sobre la faz de toda la tierra, y dejaron de edificar la ciudad. Por esto fue llamado el nombre de ella Babel, porque allí confundió Jehová el lenguaje de toda la tierra, y desde allí los esparció sobre la faz de toda la tierra» -(Génesis 11:5–9).

La intervención de Dios en los planes para la construcción de la torre de la ciudad de Babel fue detener la uniformidad de hacer que toda la tierra se convirtiera en un pueblo con un idioma y un propósito en común. Dios bajó para detener la inclinación de la naturaleza humana en explotarse unos a otros en nombre de “unidad”. Dios es el autor de la diversidad. Los diferentes idiomas, culturas, razas y nacionalidades enriquecen nuestra experiencia humana. Esta diversidad debe valorarse como un recordatorio del Dios Creador, que celebra la diversidad en su creación.

Jesús vino a proclamar la encarnación del amor de Dios a la humanidad en la inauguración del Reino de Dios como una buena noticia a todas las naciones, razas y culturas. Jesús rompió las barreras de la discriminación racial y social cuando habló con la mujer samaritana. Jesús proclamó que se acercaba el momento en que todos adorarán a Dios en su propia cultura e idioma y nadie tendría que ir a un lugar específico para hacerlo.

«Nuestros padres adoraron en este monte, pero ustedes los judíos afirman que el lugar donde debemos adorar es Jerusalén. Jesús declaró: Créeme, mujer, se acerca el tiempo en que no adorarás al padre ni en este monte ni en Jerusalén»  -(Juan 4: 20-21).

Las palabras de Jesús declaran que nadie tiene derecho a imponer su trasfondo cultural a quienes quisieran adorar a Dios. El Reino de Dios es universal para todas las culturas, razas y naciones. Jesús dio a sus discípulos el mandato de la proclamación de las Buenas Nuevas a todas las culturas: «Por tanto, vayan y hagan discípulos de todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo» -(Mateo 28: 19).

El mandato de Jesús a sus discípulos mostró claramente que el reino de Dios es para todos los pueblos de la tierra. Jesús quería que sus discípulos entendieran que el reino de Dios no es solo para los judíos, sino para todas las etnias. Hacer discípulos no es imponer una cultura sobre otra cultura; es más bien celebrar la diversidad de las culturas. Jesús no solo les dio a los discípulos esta gran comisión, sino que también prometió el empoderamiento del Espíritu Santo: «Pero recibirán poder cuando el Espíritu Santo venga sobre ustedes; y serán mis testigos en Jerusalén, y en toda Judea y Samaria, y hasta los confines de la tierra» -(Hechos 1: 8 - NBLA).

La promesa del Espíritu Santo de empoderar a los discípulos tenía el propósito de capacitarlos para llevar las Buenas Nuevas a todas las naciones. El Espíritu Santo tuvo que venir sobre los discípulos para ayudarlos a ver la universalidad del reino de Dios. Qué mejor momento del Pentecostés para mostrar a los discípulos y a las personas reunidas en Pentecostés, la intención de Dios de celebrar la diversidad y la afirmación de los distintos idiomas.

Dios a través del Espíritu Santo facultó a los discípulos para hablar en otros idiomas, para enseñar a los discípulos y a la multitud presente y a través de la historia bíblica que Dios es el creador de los idiomas y que las personas tienen el derecho a escuchar las Buenas Nuevas en su propio idioma.

Roberto Hodgson, Director de Ministerios Multiculturales

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