La vida santa a través de Cristo

La vida santa a través de Cristo

Fili Chambo

“Y el Verbo se hizo hombre y habitó entre nosotros. Y hemos contemplado su gloria, la gloria que corresponde al Hijo unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad”. —Juan 1:14

Fuimos creados para vivir en una relación correcta con Dios, creados para vivir en la santidad de Dios. Vivir en una relación correcta con Dios no es algo que conseguimos o logramos a través de nuestra propia sabiduría y fuerza. Es posible gracias a Dios. Somos santos sólo en relación con Dios, que es santo en carácter y naturaleza. 

Cuando Dios creó a Adán y Eva, ellos tenían la relación correcta con Dios; fueron creados a la imagen de Dios. Tenían la semejanza de Dios (santidad) mientras permanecieran totalmente en Dios[1].  Pero cuando la humanidad cedió a la tentación y al pecado, se distanciaron de Dios.  "Alejarse de la semejanza de Dios es pecaminoso, es una perversión de la condición original de la humanidad, de estar correctamente relacionada con Dios"[2].  Como resultado de la caída, la humanidad estaba lejos de Dios y era incapaz de restablecer la comunión con Dios. Por la gracia de Dios, la humanidad encuentra redención y restauración para vivir en comunión con Dios y con los demás.

La redención y restauración son la voluntad de Dios para todas las personas. Pero debemos responder a su gracia, entrando en una relación continua con Dios. La presencia de Dios es transformadora. Él salva, santifica, capacita para una vida semejante a la de Cristo y nos permite participar plenamente en la agenda redentora de Dios en el mundo. La buena noticia es que es el deseo de Dios habitar entre nosotros en una relación de pacto. Dios se ofrece a habitar en medio de nosotros, a ser nuestro Dios, y a caminar, vivir y estar siempre con nosotros. Ezequiel 37:27 dice: "Habitaré con ellos, y yo seré su Dios, y ellos serán mi pueblo". Estas palabras expresan un mensaje de esperanza de restauración y transformación que está disponible de parte de Dios para todas las personas, pues es en una relación con Dios que podemos vivir una vida santa. La presencia de Dios nos lleva a un viaje de gracia que conduce a una vida de obediencia. Como lo dice Brad Kelle, el Espíritu de Dios revive y moldea el corazón y el carácter humano para "una vida de amor y lealtad total ante un Dios santo"[3]

La presencia de Dios en el mundo se expresa mejor a través de la encarnación del Hijo de Dios, Jesús. ¡Jesús habitó entre nosotros! Dios vino en forma de ser humano para traer redención al mundo que creó. Jesús estaba allí antes de la creación; Él es el creador. No es un ser creado u ordenado. Jesús participó en el proceso de creación. Dios Padre creó a través de Él y en colaboración con Él (véase Juan 1:1-3). Es importante reconocer que cuando hablamos de la intención y la actividad de Dios para redimir al mundo, nos referimos a la intención y la actividad del Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Pero es en la persona de Jesucristo donde la intención y la actividad redentora de Dios se expresan y manifiestan mejor (se encarnan) ante nosotros. Conocemos a Dios Padre porque el Hijo nos lo ha dado a conocer. "A Dios nadie lo ha visto nunca; el Hijo unigénito, que es Dios y que vive en unión íntima con el Padre, nos lo ha dado a conocer " (Juan 1:18). "A través de la presencia de Dios vemos un destello de la infinita devoción de Dios por nosotros, la dedicación de Dios a nuestra salvación, a nuestra renovación a la imagen de Dios, mientras experimentamos directamente la santidad de Dios"[4]

Jesús es la imagen expresada de la naturaleza y el carácter santo de Dios. Entrar en una relación correcta con Dios lleva a la liberación del pecado y de su poder, lo cual es posible porque a través de Jesús, Dios se ocupa definitivamente de la maldición del pecado en todas sus formas. La vida santa (hecha posible a través de Cristo) es una nueva forma de vida que se exige a los que son seguidores de Cristo. Por medio de Cristo, se nos da todo lo que necesitamos para una vida santa: "Su divino poder, al darnos el conocimiento de aquel que nos llamó por su propia gloria y excelencia, nos ha concedido todas las cosas que necesitamos para vivir como Dios manda. Así Dios nos ha entregado sus preciosas y magníficas promesas para que ustedes, luego de escapar de la corrupción que hay en el mundo debido a los malos deseos, lleguen a tener parte en la naturaleza divina". (2 Pedro 1:3-4). Debemos vivir en el mundo como una evidencia de su santidad.

A través de Jesús, aprendemos cómo quería Dios que fuera la humanidad. Aprendemos de Jesús lo que significa ser imagen de Dios y portador de su imagen en el mundo. La santidad nos obliga a buscar la participación en actividades que aporten redención y restauración a otros y a toda la creación. Es importante no confundir "hacer la obra" y "ser posesión plena” de Dios. Aunque hacer o participar en la misión de Dios es importante, esto nunca debe sustituir a la obediencia santa, a vivir a semejanza de Dios o en santidad. El llamado de Dios para que participemos con Él en su misión redentora en el mundo incluye, sobre todo, un llamado a vivir una vida de santidad. Jesús fue el modelo de lo que es obedecer a Dios y superar la tentación y el pecado.

En Cristo, la humanidad es restaurada y capacitada para vivir como el pueblo santo de Dios, su santo sacerdocio. Podemos representar a Dios ante su creación y representar a la creación ante Dios. "Dios, cuya santidad se expresa a través de su amor que nos busca, ha hecho posible que su... creación sea devuelta a esa relación prevista con Él"[5].

Fili Chambo es superintendente general de la Iglesia del Nazareno.

 

[1] Como dijo John Wesley: “… el hombre fue creado para buscar directamente a Dios, como su principal propósito; pero al caer en pecado, se apartó de Dios, y se volvió a sí mismo”. (Works 9:456)

[2] Ray Dunning, Grace, Faith & Holiness [Gracia, Fe y Santidad]  (Kansas City: Beacon Hill Press, 1988), 277

[3] Brad E. Kelle, Ezekiel: A Commentary in the Wesleyan Tradition [Ezequiel: Un comentario en la Tradición Wesleyana]  (Kansas City: Beacon Hill Press, 2013), 305.

[4] Diane Leclerc, Discovering Christian Holiness: The Heart of Wesleyan-Holiness Theology [Descubriendo la Santidad Cristiana: El Corazón de la Teología Wesleyana de Santidad] (Kansas City: Beacon Hill Press, 2013) PAGE NUMBER COMING FROM DR. CHAMBO.

[5] Kent Brower, Holiness in the Gospels [Santidad en los Evangelios] (Kansas City: Beacon Hill Press, 2013), 79.

Public