La Cena del Señor

La Cena del Señor

La enseñanza de Pablo sobre la Cena del Señor en 1 Corintios trata con un problema en la Iglesia de Corinto. La Cena del Señor se celebra de manera diferente en la iglesia primitiva. Era una comida completa. Los creyentes se reunían, compartían una comida y luego iban a su reunión de adoración. Sin embargo, parece que algunos creyentes llegaban temprano y comenzaban a comer sin esperar a que llegaran todos. Los que llegaban temprano comían en exceso e incluso se emborrachaban; no les importaba que sus hermanos y hermanas en Cristo llegaran más tarde y se quedaran con hambre. Pablo los reprende fuertemente. Él dice que su reunión no era para bien sino para mal porque humillaban a los que no tenían nada (1 Corintios 11:22). Pablo se lanza así a una enseñanza sobre la Cena del Señor para mostrarles las disposiciones y comportamientos correctos entre aquellos que se llaman a si mismos seguidores de Cristo Jesús.

Jesús ordenó que sus seguidores celebraran la Cena del Señor para recordarlo. ¿Por qué es tan importante recordar? Los memoriales son importantes porque nos vinculan con el pasado, afirman nuestra identidad y nos ayudan a decidir hacia dónde queremos ir en el futuro.

En la Biblia recordar tiene un sentido más amplio que solo pensar en el pasado. Siempre incluye acciones, por lo que se recuerda de una manera que afecte nuestros sentimientos, pensamientos y acciones presentes. Lo mismo es cierto acerca de participar en la Cena del Señor. Cuando Jesús dice: “Hagan esto para acordarse de mí”, no es solo recordar que Jesús murió, sino un llamado sagrado a la acción. Todo lo que hacemos durante el sacramento de la Cena del Señor son acciones y palabras sagradas en la presencia de Cristo, transformándonos y dando forma a lo que somos.

Cuando partimos el pan y bendecimos la copa, contamos la historia de nuestro Padre Celestial, quien nos ama tanto que envió a Su Hijo, Jesús, a morir en la cruz para que podamos reconciliarnos con Él. Pero no es una historia bonita ni ordenada. Es una historia espantosa, porque Jesús sufrió la muerte más humillante y dolorosa en la cruz. Jesús se volvió débil y sin poder en la cruz; fue despreciado y humillado por quienes lo rodeaban. De manera similar, los creyentes corintios estaban siendo despreciados y humillaos por sus hermanos en la fe. Cuando participamos en la Cena del Señor, entramos en la historia del sacrificio redentor de Cristo a través de Su muerte en la cruz. En 1 Corintios 10:16-17 Pablo dice que participar de la Mesa del Señor es participar con Cristo, lo que significa que nos hacemos uno con Cristo. Al compartir el pan y el vino, compartimos la narración de la crucifixión y resurrección de Cristo, y estamos siendo transformados. Cuando participamos en Cristo de esta manera, aceptamos voluntariamente que somos débiles, indefensos y que necesitamos al Salvador.

Recordar a Cristo en este contexto sagrado nos reconstituye. Nos hace más como Cristo, por lo que actuamos de manera diferente y vemos a las personas de manera diferente. La vida de Cristo se reproduce en nosotros. Esta vida se caracteriza por el amor abnegado en lugar del derecho y la necesidad de elevarse a sí mismo.

Entonces, ¿Cuál es el consejo de Pablo a los corintios? Espérense unos a otros (v. 33). Este es un llamado a recibirnos o a acogernos unos a otros. Implica el reconocimiento mutuo, privilegiando al otro y honrando  la dignidad de cada persona por la que Cristo murió.

Samantha Chambo es coordinador regional de educación para la región de EE.UU./Canadá.

Public