Consagración: Conocimiento y Confianza, Devoción y Pasión, Entrega y Servicio
Coram Deo es una expresión latina que significa que uno está ante el rostro de Dios. ¿Qué sucede cuando estamos en la presencia de Dios? En el capítulo 6 de Isaías, vemos al profeta ante Dios: Coram Deo. Esta experiencia provoca desesperación en Él. Frente al Señor, el estaba tan consciente de su impureza que pensó que no podría seguir viviendo. «¡Ay de mí, que estoy perdido! Soy un hombre de labios impuros y vivo en medio de un pueblo de labios blasfemos, ¡y no obstante mis ojos han visto al Rey, el Señor Todopoderoso». (Isaías 6:5) este no es un evento ordinario. Este encuentro anuncia transformación, compromiso y santificación.
El mundo está sufriendo, la gente tiene miedo. Los plantes y las certezas humanas han desaparecido. Como cristianos estamos llamados a vivir en este mundo pero con una perspectiva más allá del él, más allá de sus sufrimientos y heridas. ¡Qué irresistible invitación! Estamos invitados a vivir una vida sobrenatural: “Ciertamente les aseguro que el que oye mi palabra y cree al que me envió, tiene vida eterna y no será juzgado, sino que ha pasado de la muerte a la vida! (Juan 5:24). ¡La eternidad ha comenzado! Es una entrada a un reino que promete paz más allá de nuestro entendimiento y un camino más excelente basado en un amor que no es envidioso, egoísta, controlador o grosero (1 Corintios 12:31 – 13:8). Sin embargo, el desafío es ser completos mientras caminamos en el Camino.
Históricamente, desde la primera Revolución Industrial, la esperanza es que las máquinas nos hagan la vida más fácil y mejor. En muchos aspectos esto es cierto; desde una perspectiva puramente material, la Revolución Industrial ha proporcionado un mundo más conveniente y opulento. Sin embargo, a media que pasa el tiempo, algunas personas optan por trabajar más horas, de modo que nunca parecen tener tiempo suficiente para satisfacer todas sus necesidades y deseos. Más recientemente, hemos experimentado una revolución informacional. La tecnología ha proporcionado un mayor acceso a todos los rincones del mundo y se puede compartir nueva información en cuestión de segundos. Las personas pueden hablar y verse en tiempo real; aunque esta esfera virtual es abstracta e intangible, es muy real. Puede ocupar y absorber nuestras vidas. Esto significa que podemos estar comiendo en un restaurante con un amigo pero comunicándonos con otra persona al otro lado de la ciudad o al otro lado del mundo a través de medios digitales. Nuestros cuerpos pueden estar en un lugar, pero muestras mentes pueden viajar a lugares distantes para entablar diálogos, negocios y relaciones con otras personas que están geográficamente lejos.
La primera pregunta que el Señor le hizo a Adán fue: “¿Dónde estás?” (Génesis 3:9). Por supuesto, el Señor sabía la respuesta. Sin embargo Adán y Eva necesitaban darse cuenta de dónde estaban ellos. Se estaban escondiendo debido a su culpa por la desobediencia y la vergüenza. Siglos después, incluso ahora, Dios continúa preguntándonos a cada uno de nosotros: ¿Dónde estás?
Si bien el avance tecnológico nos permite la conveniencia de trabajar simultáneamente desde cualquier lugar con personas de diferentes partes del mundo, podríamos sentir que también es posible para nosotros estar en dos, tres o incluso más lugares en nuestra vida espiritual, pero eso no es verdad. ¿Qué tiene que ver esto con la consagración? La consagración es entrega, devoción, sacrificio, adoración, es plenitud. Pero si estamos fragmentados, estamos ofreciendo solo partes de nosotros mismos a nuestras familias, nuestros trabajos y, especialmente a Dios. La consagración significa compromiso total, atención indivisible y dedicación apasionada. ¿Somos capaces de hacer esto?
¿Qué nos impide la verdadera consagración: “tribulación, angustia, persecución, hambre, indigencia, peligro o violencia?” (Romanos 8:35). ¿O son las ocupaciones, las redes sociales, el egoísmo, el individualismo, la codicia, la envidia, la insatisfacción; en resumen, ¿es la Idolatría? ¿Confiamos en Dios? ¿Conocemos a Dios?
Queremos declarar que nada nos puede separar del amor de Dios (Romanos 8:39), pero nos separamos de Él cuando estamos angustiados y preocupados por las cosas terrenales. Nos alejamos del Señor cuando estamos distraídos, divididos y hambrientos de cosas que ni nos satisfacen ni nos sostienen.
Necesitamos escuchar y recordar el llamado de Dios para nosotros en Isaías 55:1-3
»¡Vengan a las aguas
todos los que tengan sed!
¡Vengan a comprar y a comer
los que no tengan dinero!
Vengan, compren vino y leche
sin pago alguno.
¿Por qué gastan dinero en lo que no es pan,
y su salario en lo que no satisface?
Escúchenme bien, y comerán lo que es bueno,
y se deleitarán con manjares deliciosos.
Presten atención y vengan a mí,
escúchenme y vivirán.
La carta de Santiago nos recuerda las consecuencias de dudar de Dios y ser de doble ánimo (Santiago 1:6-8). Salomón, el sabio maestro, nos recuerda que nuestros ojos deben mirar al frente (Proverbios 4:25). La consagración implica enfoque, elección, dirección y fidelidad.
La consagración es un paso clave en nuestro camino de gracia. “Acérquense a Dios, y Él se acercará a ustedes. ¡Pecadores, límpiense las manos! ¡Ustedes los inconstantes, purifiquen su corazón!” (Santiago 4:8). La invitación a acercarse implica una completa obra de purificación.
Es un paso de conocimiento y confianza. Marta sabía quién era Jesús y lo que podía hacer. Cuando su hermano estaba enfermo, llamó a Jesús. Cuando Lázaro murió, corrió hacia Jesús y declaró: “Si hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto. Pero yo sé que aun ahora Dios te dará todo lo que le pidas” (Juan 11:21-22) Jesús le aseguró que Él es la resurrección y la vida, y ella respondió que creía que Él era el Mesías, el Hijo de Dios (v. 25-27). Ella sabía; ella confiaba.
La consagración es un paso de devoción y pasión, un deseo de hacer más allá de lo que Dios requiere. Es un lugar de sumisión voluntaria porque somos apasionados por Dios. Un día, una mujer que llevaba una vida pecaminosa se enteró de que Jesús estaba comiendo en casa de un fariseo en ese pueblo, “se presentó con un frasco de alabastro lleno de perfume. Llorando, se arrojó a los pies de Jesús, de manera que se los bañaba en lágrimas. Luego se los secó con los cabellos; también se los besaba y se los ungía con el perfume” (Lucas 7:37-38). El gran amor de esta mujer por Jesús se mostró en este acto de devoción.
La consagración es un paso de entrega total. La consagración lleva a un deseo sincero de dar nuestras cosas más preciosas al Señor, es decir, estamos dando todo lo que hay en nosotros. “Estando Jesús en Betania, en casa de Simón llamado el leproso, se le acercó una mujer con un frasco de alabastro lleno de un perfume muy caro, y lo derramó sobre la cabeza de Jesús mientras el estaba sentado a la mesa . . . Jesús les dijo: ¿Por qué molestan a esta mujer? Ella ha hecho una obra hermosa conmigo” (Mateo 26:6-10). Romper el envase de un perfume caro significa entregarlo todo en un acto de alabanza y adoración.
Finalmente, la consagración es un paso que nos implora amar completamente y servir apasionadamente. Dios espera que lo amemos “… con todo tu corazón y con toda tu alma y con toda tu mente” y que “ames a tu prójimo como a ti mismo” (Mateo 22:37-39). El Buen Samaritano en la historia de Jesús arriesgó su seguridad, comprometió su tiempo, usó su fuerza e invirtió su dinero para cuidar a otro (Lucas 10:25-37). Del mismo modo, cuando amamos a Dios de todo corazón, servimos apasionadamente y damos generosamente, ¡experimentamos un gran gozo!
La consagración es la decisión de estar completamente en la presencia de Dios. Este es el camino para tener vida y tenerla plena y abundantemente (Juan 10:10); Coram Deo – es donde necesitamos estar.
Ágatha Heap es pastora, profesora, escritora y ministra ordenada en la Iglesia del Nazareno. Es licenciada en Ciencias Sociales, Geografía, Teología y Religión. Está casada con Brian y tiene tres hijos: Lucas, Victoria y Gabriele.
Holiness Today, Enero/febrero 2021