Justificación, Regeneración, Adopción

Justificación, Regeneración, Adopción

Justificación, Regeneración, Adopción

Los Artículos de Fe de la Iglesia del Nazareno son declaraciones de cómo nosotros, como pueblo Wesleyano de Santidad, entendemos la revelación de Dios a la humanidad a través de Su Santa Palabra. Los artículos V a X describen el camino de la humanidad del pecado a la santidad.

Artículo V, “Pecado, original y personal”, describe como la humanidad, en Adán y Eva desobedeció a Dios, perdió la unión viva con Dios y cosechó la maldición de la muerte. En el Artículo VI, “Expiación”, aprendemos cómo el propio viaje de Jesús a la tierra reconcilió a la humanidad con Dios.  El Verbo de Dios se hizo carne en Jesús, que es plenamente hombre y plenamente Dios. En y a través de la vida, muerte y resurrección de Jesús, Dios y la humanidad fueron reconciliados.

Los Artículos V y VI forman la base de los artículos VII – X: El Pecado y la muerte son el problema y la expiación de Cristo es la solución para la humanidad. Los artículos VII a X nos muestran cómo recibir esta solución divina en nuestras vidas. La solución comienza por reconocer que no somos el centro, no somos nosotros quienes hemos tenido la idea de reconciliarnos con Dios a través de nuestras propias fuerzas. Necesitamos que Dios rompa el poder del pecado y la maldición de la muerte sobre nosotros. El artículo VII “Gracia Preveniente”, muestra nuestra dependencia de Dios y la gracia que Él ofrece al marguen de cualquier cosa que hagamos para merecerla. Esta gracia asombrosamente generosa nos permite e invita a responder. La primera parte de esta respuesta se presenta en el Artículo VIII “Arrepentimiento”[1]. El Arrepentimiento requiere la gracia de Dios para hacernos conscientes de nuestros pecados y sus consecuencias, entonces estaremos capacitados para alejarnos del pecado y comenzar a hacer las cosas correctas ante Dios. El Artículo VIII nos lleva lógicamente al artículo IX, “Justificación, Regeneración y Adopción”, porque lo correcto después de arrepentirnos es poner nuestra confianza en Jesús y en Su sacrificio por nosotros, entrando así en una vida con Dios.

El Artículo IX abarca una parte de nuestra fe que es tan importante y profunda que una simple palabra o concepto no podría describirla adecuadamente. Por lo tanto, el artículo usa tres palabras: justificación, regeneración y adopción.

Justificación

Cuando pensamos en la palabra “justificación”, podemos imaginarnos un juez, abogados o un juicio. En una sala de audiencias, el juez preside sobre la culpabilidad o inocencia de la persona acusada. Tales imágenes nos ayudan a comprender que cuando nos arrepentimos de nuestros pecados y ponemos nuestra fe obediente en Dios, Él nos perdona y nos juzga como no culpables. Nuestra fe y la gracia de Dios nos permiten pasar de la condenación de la muerte a la bendición de la vida con Dios. Esta fe es una fe salvadora (justificadora) que recibe la gracia salvadora de Dios.         

El apóstol Pablo queriendo explicar que la fe no es un concepto sino también una acción, resaltó que su ministerio era llevar a las personas a la obediencia de la fe (Romanos 1:5; 16:26). Esta fe que justifica no se trata solo de escuchar, sino también de obedecer. Debemos recordar que Pablo era judío y simplemente estaba ayudando a su audiencia griega a entender una palabra hebrea, Shamah. Del hebreo, Shamah se puede traducir como “oír” o “escuchar” u “obedecer”. Estas tres ideas están incrustadas en Shamah.

Para ilustrar este punto, podemos pensar en una madre que le dice a su hijo: “¡escucha!” Esta madre no espera que su hijo simplemente escuche y luego haga lo que quiera, sino que escuche y luego responda con obediencia. La justificación se trata de escuchar a Dios, quien declara a través e la fe obediente de Jesús que somos perdonados. Recibimos este regalo del perdón cuando creemos en Jesús. La fe en Cristo significa que no solo llamamos a Jesús Señor sino que también respondemos a lo que Él nos dice. Jesús lamentó la separación entre lo que decimos y lo que hacemos cuando leemos en Lucas 6:46, “¿Por qué me llaman ustedes “Señor, Señor”, y no hacen lo que les digo?”.

Regeneración

Para entender mejor lo que sucede con la justificación, la segunda palabra para el Artículo IX es “Regeneración”. Primero, estábamos muertos en el pecado y ahora estamos vivos en Dios. Esta es otra parte alucinante de la asombrosa gracia de Dios. En el diálogo entre Jesús y Nicodemo que se encuentra en el evangelio de Juan, Jesús comienza diciendo: “quien no nazca de nuevo, no puede ver el reino de Dios” (Juan 3:3). El término usado en el texto original en griego, anothen, puede significar “nuevamente” o “desde arriba”. Entonces la traducción también podría ser: “quien no nazca de lo alto, no puede ver el reino de Dios”. Cuando somos justificados, cuando nuestros pecados son perdonados, la vida con Dios vuelve a ser posible: somos regenerados. Esto es exactamente lo que Jesús está tratando de explicarle a Nicodemo: la necesidad de “nacer de nuevo” o “nacer de lo alto”. La regeneración es una nueva vida, una vida de lo alto. No es algo que hacemos por nuestra propia fuerza, sino algo que Dios da por Su puro amor.

A menudo luchamos como Nicodemo, que trata de averiguar qué es lo que tiene que hacer cuando le contesta a Jesús: “¿Cómo puede uno nacer de nuevo siendo ya viejo? ¿Acaso puede entrar por segunda vez en el vientre de su madre y volver a nacer?” (Juan 3:4). La regeneración es un don de la gracia como lo es la justificación. Recibimos el perdón de Dios y recibimos nueva vida en Él y por Él.

Adopción

Para comprender mejor la regeneración, una vida nueva en Dios y con Dios, llegamos a la palabra “adopción”. Una imagen que podemos pensar en adopción es Dios como padre y los cristianos como sus hijos. Jesús les dice a sus discípulos en Mateo que “ . . .. a menos que ustedes cambien y se vuelvan como niños, no entrarán en el reino de los cielos” (Mateo 18:3). El énfasis de la adopción no está tanto en una declaración legal, algo más relacionado con la justificación, sino más bien en el tipo de vida nueva que ahora se hace posible.

Si somos justificados y recibimos nueva vida, no es una vida nueva cualquiera, sino una vida nueva con Dios como nuestro Padre. De la misma manera que Jesús llamó a Dios “Padre”, estamos invitados a clamar con gozosa gratitud: “Abba, Padre”, tal como leemos a Jesús hablando en Marcos 14:36 y como Pablo nos anima a decir en Romanos 8:15 y Gálatas 4:6.

La adopción significa que estamos invitados a vivir nuestra vida como hijos de Dios. Aprendemos a escuchar a Dios y a caminar con Él en todas las áreas de nuestra vida. Jesús dijo a sus discípulos: “Yo soy el camino , la verdad y la vida” (Juan 14:6). Más tarde, los discípulos de Jesús son descritos como “los que pertenecen al Camino”  en el libro de los Hechos (9:2; 22:4).

La Justificación y la Adopción representan un punto de entrada a una nueva realidad. La regeneración es el camino por el cual estamos preparados para existir en esta realidad. La obra permanente de regeneración continúa en la vida de los creyentes, ya que existen como hijos o hijas de Dios. Esta relación con Dios es el medio por el cual seguimos creciendo. La justificación es lo que se nos declara por lo que Jesús hizo en la cruz. Por la obra de Cristo, si creemos, entonces somos adoptados en la familia de Dios. Una vez reconciliados con Dios, somos invitados a caminar en fe obediente con Jesús, nuestro Salvador y nuestro Señor.

Stephane Tibi misionero, es coordinador regional de Educación en Eurasia.

Holiness Today, noviembre de 2020


[1] La segunda parte de la respuesta serán los artículos IX y X.

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