Viviendo una Vida de Adoración

Viviendo una Vida de Adoración

Uno de mis cierres favoritos para un servicio de adoración es una fuerte declaración congregacional de la doxología. Este puede ser un momento crucial cuando cantamos alabanzas a Dios juntos y luego somos enviados a vivir vidas doxológicamente (es decir, como un canto de alabanza a Dios).

La práctica de vivir una vida de adoración está profundamente conectada con reunirnos y con salir de nuestros tiempos de adoración. El domingo nos encontramos con lo Sagrado de una manera única; esto nos ayuda a reconocer lo Sagrado durante la semana, de lunes a sábado.

Me gusta la imagen de la adoración colectiva como un aliento fresco de Dios, donde somos recreados por el aliento de Dios y luego somos exhalados como agentes del reino de Dios en el mundo. La presencia de Dios inhala en nosotros una vida nueva y renovada en Cristo cuando nos reunimos para adorar y luego exhala como el Cuerpo de Cristo para vivir nuestra adoración en el mundo.

Brent Peterson me ayudó a imaginar de nuevo esta imagen del aliento de Dios. Él dice “Estamos reunidos e inspirados en el Día del Señor para luego ser enviados a adorar durante toda la semana en los lugares donde el Espíritu nos guíe. No es que los cristianos solo adoren a Dios los domingos. La iglesia como cuerpo de Cristo es enviada desde ese servicio con esperanza y gozo para participar en la misión de Dios en el mundo”[1].

Vivir una vida de adoración está profundamente ligado a los ritmos de nuestra vida con Dios. Encuentro útil repasar regularmente cómo mis ritmos diarios, semanales y mensuales me ayudan a volver mi mente, cuerpo y alma hacia el Dios vivo. Algunas prácticas como la lectura de las Escrituras, la oración y la adoración colectiva, deben ser una parte regular de la vida de cada seguidor de Cristo. Sin embargo, otras prácticas, como las disciplinas de Cuaresma, llevar un diario, retiros, grupos pequeños, etc., podrían realizarse por temporadas o  ser impulsados por la propia personalidad.

La práctica semanal de escuchar la lectura y predicación de las Escrituras, orar con otros, practicar la confesión y recibir la Comunión me forma. En esta comunidad reunida, paso de compartir la vida principalmente con personas que elijo, a compartir la vida con personas en una mesa más grande, una que incluye a personas que quizás no haya elegido. Mi corazón se ensancha a medida que las historias y oraciones de estas personas siguen resonando en los días ordinarios de mi semana. Debido a las personas con las que he compartido la vida a través de la iglesia, lo que afirmo acerca de quién es Dios y cómo obra Dios en el mundo ha cambiado.

La práctica diaria de sacar tiempo para la lectura de las Escrituras, la meditación y el autoexamen sirve como un reajuste diario. Mi enfoque se mueve de cualquier preocupación o deseo que llame la atención a recordar la grandeza de Dios y el llamado de Dios en mi vida (que es amar a Dios con todo mi corazón, alma y mente y amar a mi prójimo como a mí misma).

Hay otras prácticas ocasionales que me ayudan a experimentar profundamente a Dios; los ejemplos incluyen asistir a retiros, tener conversaciones con amigos del alma, ayunar, participar intencionalmente en las temporadas del año eclesiástico y acercarme a aquellos que están sufriendo. Todo esto es vital para que mi vida de adoración sea profunda y amplia en su experiencia, expresión y testimonio. Tales ritmos crean oxígeno para nuestros pulmones espirituales para que podamos vivir doxológicamente.

Además de estas prácticas espirituales existen otros pasos sencillos, también dados por Dios, pero fuera de lo que podríamos considerar prácticas espirituales. Dormir, obviamente no es una disciplina espiritual formal, pero sé que necesito dormir y por lo tanto hago de esto una prioridad. Esto viene con la práctica de confesar que todos tenemos limitaciones reales. También me obligo a reducir la velocidad para tener tiempo libre e irme de vacaciones. Este espacio que me invita a la renovación, tal como lo hizo el mismo Cristo, es un a práctica que atesoro cada vez más. Una convicción creciente con la que estoy comprometida es a limitar mi exposición a las redes sociales, reconociendo la forma en que daña mi propia alma y mis relaciones.

La paráfrasis de Eugene Peterson de Romanos 12:1-2 capta muy bien el concepto de una vida de adoración más amplia: “Así que esto es lo que quiero que hagas, con la ayuda de Dios; Toma tú vida cotidiana y ordinaria – tu sueño, tu alimentación, tu trabajo y tu vida cotidiana - colócala ante Dios como una ofrenda. Aceptar lo que Dios hace por ti, es lo mejor que puedes hacer por Él. No te adaptes tanto a tu cultura que encajes en ella sin siquiera pensarlo. En su lugar, fija tu atención en Dios. Serás cambiado de adentro hacia afuera. Reconoce fácilmente lo que Él quiere de ti y responde rápidamente”.

Las prácticas que he compartido en esta reflexión no son exhaustivas ni se cumplen a la perfección en mi propia vida. Las he mencionado simplemente para animarnos a llevar nuestras vidas entre domingos en una actitud de adoración, tomando nuestras vidas ordinarias y presentándolas ante Dios como una ofrenda fresca cada mañana. Al hacerlo pedimos verdadera, confesional y profundamente que las palabras y los hechos de este día sean agradables a Dios. Nuestro objetivo no es ganar la gracia sino complacer al Dios que se regocija sobre nosotros y respira en nosotros y a través de nosotros.

Mary Paul es Vicepresidente de Vida y Formación Estudiantil en la Universidad Nazarena de Point Loma.

 

[1] Brent D. Peterson, Created to Worship: God’s Invitation to Become Fully Human (Creado para adorar: la invitación de Dios para ser completamente humano) (Kansas City: Beacon Hill Press, 2012), pág. 44.

Public