La Historia de Perpetua y Felicidad
Algo no estaba bien. El bebé no dejaba de llorar. Había estado arriba y abajo toda la noche y nada parecía calmarlo. Tal vez incluso un hijo pequeño pueda sentir cuando su madre está en problemas.
La madre del bebé, Perpetua, era nueva en todo esto. Tenía solo 22 años y se acababa de casar. Aunque era una mujer bien educada de considerable prestigio en su comunidad, todavía tenía mucho que aprender sobre la crianza de un hijo y el manejo del hogar. Todavía estaba amamantando y había contratado a su amiga Felicidad como niñera y ama de llaves para que la ayudara. Felicidad estaba embarazada, así que entre la dos jóvenes madres, estaban esperanzadas de poder resolver este misterio nocturno juntas.
“¿Crees que el bebé está comiendo lo suficiente?”, pregunto Perpetua.
“Tal vez sea un cólico, fiebre o un sarpullido que apareció de la nada”, dijo Felicidad.
Al fin de cuentas, dos cabezas piensan mejor que una cuando se trata de resolver los desafíos de los bebés, ¿no es así? Pero incluso una noche de insomnio con un bebé llorando no fue la mayor preocupación para estas dos jóvenes. Las vidas de ambas habían sido amenazadas recientemente, simplemente por su fe en Dios, un asunto que siempre estaba en el fondo de sus mentes, especialmente en medio de una noche de insomnio.
Estas eran solo dos mujeres jóvenes comunes y corrientes que creían en Dios y dedicaban su vida diaria de cuidar un hogar y criar a un niño. Pero, lamentablemente, vivían a principios del siglo III, bajo un gobierno romano que se oponía enérgicamente al cristianismo. De hecho, había requerimientos de adorar a otros dioses y ofrecer sacrificios a estos dioses o ser castigado por negarse a obedecer.
“Por favor, renuncia a tu fe, Felicidad”, le había suplicado su padre más de una vez, “¡para salvar tu propia vida! ¡Por favor!”. Incluso el hermano de Perpetua había tratado de convencerla de que se rindiera y renunciara a su fe. Pero ella no se rendiría. Ella creía con todo su corazón que adorar al único Dios verdadero era la única manera de vivir una vida santa y significativa. Y Felicidad estaba a su lado con la misma fe valiente.
La casa debe haber estado llena de ira y confusión cuando los guardias entraron para arrestar a Perpetua y Felicidad. Después de arrebatarlas de su casa y del bebé, las metieron en prisión donde esperarían un juicio. Quién sabía que pasaría con el esposo de Perpetua y su hijo pequeño. Debe haber sido devastador. Desalentador. Desesperanzador.
Mientras estaba en prisión, Felicidad dio a luz a su propia hija. Pero ni siquiera el nacimiento de un nuevo bebé pudo suavizar los cargos contra esas dos jóvenes madres, que finalmente fueron llevadas a los tribunales y condenadas por desobediencia civil. Su castigo las condenaría a ser llevadas a un ruedo público y atadas dentro de costales, donde los animales las pisotearían hasta la muerte.
Se dice que la fe de Perpetua era tan fuerte que incluso enfrentar este final humillante de su vida no quebrantaría su voluntad de ceder y renunciar a su fe. Sus últimas palabras a su hermano, quien le rogó por última vez, son un estándar para la medida de fuerza que es humanamente posible abrazar, cuando está respaldada por la fe en Dios. “Manténgase firmes en la fe”, le dijo a su hermano, “Y ámense los unos a los otros”.
Perpetua había nacido en una familia noble y podría haber tenido una vida fácil y cómoda. Incluso su familia habría entendido si simplemente hubiera cedido a las presiones de ir en contra de su fe. Otros lo hacían públicamente, mientras creían que podrían aferrarse a su fe en secreto. Pero ella no se rendiría.
Había un grupo de creyentes conducidos a la arena ese día, junto con Perpetua y Felicidad. Ninguno de ellos renunciaría y todos ellos morirían. Más tarde, la historia nombraría tanto a Perpetua como a Felicidad como santas mártires del cristianismo, dos mujeres jóvenes a las que admirar como ejemplos de la fe más profunda y dedicada a Dios.
Las últimas palabras de Perpetua quedarían como un testimonio para que su esposo y su bebé se aferren a lo largo de sus vidas. Y a cada uno de nosotros que enfrentamos diferentes tipos de dificultades todos los días. Puede que no nos enfrentemos a una persecución similar en este siglo, pero hay otros desafíos diarios que prueban nuestra fe en el trabajo, en la familia y en la comunidad, que requieren que examinemos si nosotros también podemos mantenernos firmes. Al final, como Perpetua y Felicidad, nuestra fe innegable en Dios puede ser un testimonio pase lo que pase.
Carol Wight es la ex directora de mercadeo y comunicaciones de la Universidad Nazarena del Sur.