Autenticidad en Cristo
Una vida totalmente consagrada a Dios es más valiosa para Él, que cien vidas que simplemente hayan sido despertadas por su Espíritu.
-Oswald Chambers
Han cambiado muchas cosas en los últimos cien años. Imagine haber nacido en 1920 y estar vivo en el año 2020. En un solo siglo, el contexto cultural de todas las regiones del mundo ha pasado de lo industrial a lo informativo (de Gutenberg a Google), de lo rural a lo urbano y de lo moderno a lo posmoderno. Estas son transformaciones culturales tectónicas que se mantuvieron sin cambios en los 500 años anteriores. Lo que por medio milenio había sido un entorno de cambios que podían esperarse, anticiparse y gestionarse ha pasado rápidamente a un entorno de cambio acelerado que se siente disruptivo e imprevisto[1]. Nos encontramos en aguas casi inexploradas.
Estos cambios que sacuden los cimientos, han generado nuevas situaciones que desafían los supuestos antiguos sobre el funcionamiento del mundo. Como resultado, la visión de los cristianos sobre la naturaleza y la estructura de la iglesia y cómo la iglesia se compromete con la misión de Dios se ha vuelto por necesidad adaptable, sin por eso diluir su mensaje. Lo que permanece constante en esta época de cambios acelerados y discontinuos, es la declaración eterna de la primera confesión cristiana: "Jesucristo es el Señor".
En el viaje en el sendero en la gracia, es esencial saber a quién reconocemos como "Señor". Si decimos: "[RELLENE EL ESPACIO EN BLANCO] es el 'señor'" (realmente no importa si es otra persona, otra cosa, o uno mismo), cambia la narrativa completa de nuestras vidas, incluyendo el objetivo final y el resultado final. Pero si realmente creemos que Jesucristo es el Señor, desde la eternidad hasta la eternidad, entones sólo hay una respuesta correcta: el discipulado. Richard John Neuhaus nos recuerda que el señorío "no es sólo una afirmación de hecho, sino una promesa de lealtad personal y comunitaria"[2]. Porque Jesucristo es el Señor, queremos ser como Él. Queremos hacer lo que Jesús hizo y vivir como Él vivió. Sólo en Él encontramos nuestra identidad y nuestro propósito. Esa es la definición del discipulado cristiano y sigue siendo la forma en que Jesús se introduce en Su iglesia.
La autorrealización es una espiritualidad muy popular hoy en día. Cuando hice una búsqueda rápida en Google de "cómo entrar en contacto con mi yo interior", descubrí 683,000,000 resultados. Al echar un vistazo en algunos de estos sitios me animaron a explorar mi identidad meditando, tomando clases de yoga o llevando un diario del alma.
Hay un problema con estos enfoques: las espiritualidades populares que me invitan a entrar en contacto con mi verdadero yo nunca tendrán éxito, principalmente porque la única voz que habla es la mía, una cámara de eco perpetua. No importa cuántas estrategias emplee para encontrar mi "verdadero yo", y por muy sincero que sea, todo se queda corto si no hay una relación íntima con mi Creador.
La autorrealización es diferente de la autenticidad cristiana. La primera se basa en el yo; la segunda, en Cristo. Contrario a lo que algunos piensan, estar "en Cristo" no es perder nuestra identidad única. Es descubrir que nuestra identidad sólo puede realizarse completamente estando en relación con Él. Dicho de otro modo, llegamos a conocernos a nosotros mismos cuando llegamos a conocer a Dios.
La espiritualidad de la autorrealización dirige la atención hacia dentro y hacia abajo. El camino hacia la verdadera autenticidad dirige la atención hacia afuera y hacia arriba a través de la oración. Esta distinción es importante. La razón por la que debemos orar es porque sólo a través de la oración se nos ofrece la posibilidad de escuchar a Otro que no soy yo, pero que me conoce.
No hay camino hacia la autenticidad en Cristo si no es a través de la oración. Es verdad que al orar, llegamos a conocer el corazón, la mente y la naturaleza de Dios. También es cierto que, al llegar a conocer a Dios, también llegamos a conocernos a nosotros mismos. En la oración, no nos limitamos a hablar con nosotros mismos (mirando hacia adentro); estamos hablando con Otro que es único para nosotros (mirando hacia arriba). Mejor aún, cuando miramos a Dios en la oración, descubrimos que el Espíritu de Dios también está orando dentro de nosotros, comunicando la voluntad del Padre y poniendo al descubierto los secretos más profundos de nuestro corazón. Cuando establecemos nuestra identidad en cualquier cosa o persona fuera de esta relación, es una idolatría. Porque en Él vivimos, nos movemos y existimos (Hechos 17:28).
Dios es la única persona a la que no puedes ocultarle nada. Ante Él, llegarás a verte inevitablemente bajo una luz nueva y única. En realidad, la oración puede ser la única puerta de entrada fiable al auténtico conocimiento de uno mismo y a la autenticidad del corazón.
Cuando nos encontramos cara a cara con Dios, nos enfrentamos a lo que es más verdadero de nosotros. En la presencia de Dios, experimentamos un verdadero cambio. En este santo encuentro, por gracia, encontramos finalmente nuestra verdadera identidad, y somos liberados para vivir como Dios quiere.
Por lo tanto, la meta de nuestro camino con Cristo no es la autorrealización ("Necesito encontrar mi verdadero yo y lo que más me beneficie"), ni tampoco que nos rindamos ante las fuerzas del determinismo ("No puedo evitarlo; así soy yo"). De hecho, desde la perspectiva del cristianismo, ser fiel a uno mismo es ser fiel a aquello a lo que Dios Padre nos ha llamado a ser, hecho de nuevo a la semejanza de su Hijo. Seguir a Jesús y llegar a ser como Él es el objetivo fundamental del sendero de nuestra vida. Juan, el escritor del evangelio, hace todo lo posible para decirnos que Jesús se parece y actúa como su Padre: "Si me han visto a mí, han visto al Padre" (14:9), y que Jesús es el Verbo hecho carne y, habiendo venido de Su Padre, está lleno de gracia y de verdad (1:14). Quién es Jesús y qué hace Jesús son dos caras de la misma moneda, una realidad que plantea puntos importantes para nuestra vida como discípulos de Cristo.
¿Qué pasaría si cada nazareno experimentara la verdadera autenticidad en Cristo?
¿Cómo cambiarían nuestras familias?
¿Cómo cambiarían nuestras iglesias?
¿Cómo se verían afectados nuestros pueblos y ciudades?
Los pueblos del mundo esperan una iglesia totalmente viva con discípulos de Jesús auténticos y santos.
David Busic es superintendente general de la Iglesia del Nazareno. Partes de este artículo fueron extraídas de su libro, Camino, Verdad, Vida: El discipulado como un viaje en la gracia. Utilizado con el permiso de The Foundry Publishing.
[1] Alan J. Roxburgh, The Missional Leader: Equipping Your Church to Reach a Changing World [El Lider Misional: Equipando a Su Iglesia para Alcanzar a un Mundo Cambiante] (San Francisco: Josey Bass, 2006), 7.
[2] Richard J. Neuhaus, Freedom for Ministry [Libertad para el Ministerio] (la edición que Busic cita aquí, incluye detalles como en la referencia citada anteriormente), 98.