Transformación de un Árbol Genealógico
Mi bisabuelo era aparcero en el sureste de Alabama, cerca de la frontera del estado de Georgia. Alquilaba un pequeño terreno para trabajar y a cambio, entregaba una parte de su cosecha al terrateniente al final de cada año. Mi bisabuelo decidió que quería una vida mejor para su familia que la de los campos afectados por la pobreza en el sur profundo de los Estados Unidos, por lo que encontró un trabajo en la fábrica de algodón. Más adelante mi abuelo también comenzó a trabajar allí. Después de un turno, mi abuelo se dio cuenta de que no era allí donde quería pasar su vida: quería continuar con el patrón de mejorar la vida de su familia. Entonces junto con mi bisabuelo, construyó un edificio de bloques de concreto y abrió una pequeña tienda de comestibles con la esperanza de tener una vida más próspera.
En sus inicios, la tienda desarrolló cierta reputación. Se convirtió en el lugar de todo lo pecaminoso que sucedía en el pueblo, beber, fumar, apostar, pelear y más. No hace falta decir que mi familia estaba irremediablemente perdida sin Dios. De hecho, mi padre tenía nueve años la primera vez que entró al edificio de una iglesia. Pero la trayectoria de mi árbol genealógico cambió un día cuando unos Nazarenos del pueblo pasaron por la tienda de mi abuelo y lo invitaron a un avivamiento. Fueron persistentes y el accedió a asistir al avivamiento si ellos accedían a dejarlo en paz.
Los servicios de avivamiento fueron reuniones animadas y llenas del Espíritu. Los hombres de la iglesia se reunían frecuentemente junto al río los viernes por la noche y oraban por nombre para que las personas llegaran a conocer a Cristo. Las personas estaban siendo salvas, santificadas, liberadas, sanadas y llamadas al ministerio. Incluso a los gerentes y supervisores de las fábricas de algodón les encantaba el avivamiento porque veían como después de los servicios se devolvían muchas herramientas robadas. Cuando la vida de las personas está siendo transformada por el poder del Espíritu Santo, la comunidad se sienta y toma nota.
La gracia de Dios ya estaba obrando en la vida de mi abuelo y atravesó su corazón encallecido cuando asistió a ese servicio de avivamiento. Escuchó que Jesús podía perdonarlo de todas las cosas malas que había hecho en su vida, se sintió atraído por ese mensaje de esperanza. Se arrepintió de sus pecados y recibió a Jesús como su Salvador. La noche siguiente, le dijo a su familia que todos regresarían a la iglesia para el avivamiento. Ellos sintieron algo diferente en el sonido de su voz. El mensaje de esa noche fue sobre la entera santificación, y mi abuelo escuchó un mensaje de plena salvación, un mensaje de esperanza y de liberación de todo pecado y egoísmo en el corazón humano. El ministro predicó acerca de permitir que Dios limpie nuestro corazón, nos llene con Su Espíritu y nos haga completos. Durante el llamado al altar al final del servicio, un amable caballero de la iglesia se acercó a mi abuelo. Él dijo: “Bud, ¿te gustaría ir a orar y ser santificado?” Mi abuelo dijo: “No estoy seguro de lo que eso significa, pero si es algo como lo que obtuve anoche, ¡Lo quiero todo!”. En ese momento, entregó completamente su voluntad al Señor y fue gloriosamente santificado.
En seis meses, mi abuelo había dejado todas sus adicciones y estaba enseñando la clase bíblica para hombres en la iglesia. Aunque no podía articular la gracia preveniente, salvadora y santificadora de Dios en términos teológicos, tuvo una experiencia inconfundible con Dios que transformó su vida. También cambió la vida de mi abuela, mi padre, mi madre, mis tías y tíos, mis hermanos, mis primos y hasta mi propia vida y la vida de mis hijos. Esto cambió para siempre la trayectoria de nuestro árbol genealógico. Antes que mi abuela entregara su vida al Señor, era tan tímida que cuando veía a alguien que conocía en el pueblo, cruzaba la calle para no tener que pasar junto a ella en la acera. Poco después de ser salva y santificada, comenzó a enseñar la clase bíblica para mujeres. Ella amaba y cuidaba a esas damas como nadie más y como resultado, regularmente tenía hasta 150 mujeres en su clase de Escuela Dominical. La transformación en su vida fue increíble.
Mi abuelo respondió al llamado a predicar a principios de la década de 1950. Cuando se presentó ante la junta de credenciales para la ordenación, uno de los ancianos le preguntó: “Bud, ¿No crees que a los 44 años eres demasiado mayor para entrar en el ministerio?” El respondió: “Bueno, Noé predicó durante 100 años y sólo salvó a su familia. Entonces si hago eso bien, estaré bien”. Mi abuelo solo terminó el sexto grado, pero tenía una profunda sabiduría sobre cómo llevar a las personas a Cristo y cómo alcanzar a la comunidad para Su Reino. Hasta el día de hoy, todavía me encuentro con personas que fueron salvas gracias el ministerio de mi abuelo y escucho historias de familias que fueron impactadas por su ministerio en todo el estado de Alabama. Desafortunadamente nunca lo conocí. Mi abuelo murió un año antes de que yo naciera, pero el Señor había puesto un llamado para predicar en la vida de su hijo. Mi padre respondió a esa llamada poco después de que yo naciera.
Mi papá, quien entró a una iglesia por primera vez a los nueve años, se aseguró que la vida fuera diferente para mí y mis hermanos. Rara vez vimos la vida fuera de la iglesia. Mis padres fueron ejemplos vivos de lo que significa vivir una vida llena del Espíritu. Vendieron todo lo que tenían e invirtieron sus vidas en iniciar una nueva iglesia en Columbiana, Alabama. Poco después, la gente comenzó a notar que las vidas estaban cambiando. Un hombre en libertad condicional por homicidio involuntario, el dueño del salón de billar y personas en esclavitud de adicción estaban aceptando a Cristo, experimentando la renovación y algunos incluso siendo llamados al ministerio. Las personas estaban siendo liberadas del pecado y santificadas por completo, y todo el pueblo estaba prestando atención.
Desde mi abuelo a mi padre, el mensaje de salvación plena continuaba transformando vidas desde adentro y se hacía evidente en el exterior. Acepté a Jesús en mi vida a los siete años y fui santificado y lleno del espíritu a los 18. Sin embargo, durante 10 años luché con un llamado a predicar, después de todo, mi abuelo era pastor, mi papá era pastor. ¡Lo último que quería ser era pastor! A la edad de 28 años, finalmente dije “si” a predicar la salvación plena: que Dios quiere santificarnos por completo y que si confesamos nuestros pecados, Él nos perdonará nuestros pecados y nos limpiará de toda maldad (1 juan 1:9). Dios me ha bendecido con una maravillosa esposa y compañera en el ministerio durante los últimos veinte años. Él nos ha dado cuatro hijos que han sido verdaderas bendiciones, manteniéndonos humildes y de rodillas en oración. La vida santificada es más que un concepto teológico para entender o una doctrina para enseñar, Ha sido el alma de mi familia durante cuatro generaciones. No me puede imaginar donde estaría si los Nazarenos no hubieran venido a tocar la puerta de mis abuelos.
Mi padre recientemente compartió conmigo su perspectiva sobre la diferencia entre el tiempo de mi abuelo y el tiempo en que vivimos ahora. Dijo que en ese entonces tuvieron una experiencia con el Señor pero que realmente no sabían cómo llamarla cuando se referían a la entera santificación. Hoy sabemos cómo llamarla y podemos articularlo muy bien pero rara vez lo experimentamos realmente. Yo pienso que él tiene razón. Tengo la esperanza de que redescubriremos la misión por la cual Cristo murió, “buscar y salvar a los perdidos” (Lucas 19:10). Tengo la esperanza que redescubriremos el mensaje transformador de la entera santificación y la vida santa en esta era actual. Tengo la esperanza de que las familias continúen aceptando el poder transformador de Dios en sus vidas. ¡Estoy eternamente agradecido por lo que hizo mi abuelo!
Scott Sessions es pastor principal de la Primera Iglesia del Nazareno de Cullman, en Cullman, Alabama, EE.UU.
Holiness Today, Enero/febrero 2021