Una Vida con Dios

Una Vida con Dios

Una Vida con Dios

Una de las historias más poderosas en el Nuevo Testamento sobre un encuentro con Jesús que cambia la vida, es la historia de los dos discípulos en el camino a la ciudad de Emaús el día de la resurrección de Jesús (Lucas 24:13-35). Aunque esta es una historia única, se ha convertido en un ejemplo del sendero en la gracia para muchos, y sin duda para mí.

Lo que me sorprende del sendero en la gracia es que Dios está trabajando para y en nuestras vidas antes de que nos demos cuenta. Es esta gracia que “nos busca” (gracia preveniente) la que hace posible que incluso comencemos a pensar en Dios y podamos responderle. Los dos discípulos en el camino a Emaús experimentaron esa verdad de una manera poderosa. Jesús estaba con ellos dos en su viaje antes que superan que era el Señor (Lucas 24:15-16). Esto es exactamente lo que sucedió en mi propia vida.

Nací en una familia luterana tradicional en Alemania. Al crecer, aprendí historias bíblicas en la iglesia, mi madre oraba con nosotros y mi abuela nos exhortaba a vivir una vida temerosa de Dios. De niño, disfrutaba eso y me gustaban las historias. Cuando me convertí en adolescente, no era tan genial ir a la iglesia, así que no fui durante un tiempo hasta que un día, un amigo me invitó a un servicio especial en una Iglesia del Nazareno en crecimiento, con muchos jóvenes. Las canciones fueron cantadas con alegría y entusiasmo. El predicador habló de una manera que tocó mi corazón. Esa noche fue seguida por muchas más y por otras reuniones del grupo de jóvenes hasta que un día sentí “mi corazón ardiendo dentro de mí” (Lucas 24:32) y reconocí que Dios me esta invitando a una relación personal con Él. Le encomendé mi vida. En ese momento, pensé que era el comienzo de mi viaje en la gracia. En cierto sentido eso fue cierto, porque comencé a seguir a Jesús más intencionalmente. Sin embargo, cuando miro hacia atrás en mi vida, me doy cuenta que Dios había estado conmigo toda mi vida, en mi familia, en la iglesia, a través de las personas que me rodeaban y de muchas otras maneras.

Lo que me ayudó a producir el cambio decisivo para seguir a Jesús en mi vida fueron los momentos en que se abrieron las Escrituras para mi, tal como lo hizo Jesús con los dos discípulos en el camino. Para mí, eso pasó a través de la predicación, los estudios bíblicos, la lectura de la Biblia, la literatura devocional y teológica, las canciones, los testimonios, las personas dándome consejos para la vida y las conversaciones sencillas y personales. La información necesaria que necesitaba para entender quién era Dios y quién era yo antes de Dios ha sido revelada a través de la Biblia. La Biblia se ha convertido en alimento para mi alma, tal como Dios le había dicho a Israel en Deuteronomio 8:3: “No solo de pan vive el hombre, sino de todo lo que sale de la boca del Señor”.

Hay numerosos ejemplos en mi vida donde las Escrituras me ayudaron a tomar decisiones importantes. Acababa de terminar mi educación en administración de empresas y me estaba preparando para ingresar a mi primer “trabajo real” cuando sentí que el Señor me llamaba al ministerio pastoral. A través de lecturas bíblicas, sermones y estudios bíblicos en el grupo de jóvenes, sentí que Dios me impulsaba a considerar estudiar para el ministerio. Estaba pasando por una batalla. Nunca antes había habido un ministro en nuestra familia. ¿Por qué debería convertirme en uno? Una noche, mientras me preparaba para acostarme, miré la cruz de bronce que había estado colgando sobre mi cama desde mi confirmación en la iglesia luterana cuando tenía 14 años. La tomé de la pared y le di la vuelta. Escrito en la parte de atrás estaba el verso que me fue dado en el servicio de confirmación como un verso de vida. Para ser honesto, nunca pensé en ese verso antes de esa noche. Sin embargo, allí leí: “¡El Maestro esta aquí y te llama!” (Juan 11:28). ¡Increíble, Dios me estaba hablando en voz alta a mí!

Al día siguiente hablé con mis padres sobre lo que estaba pasando y les dije que tenía la intención de prepararme para el ministerio. Aunque mis padres no entendían del todo y dudaban en aceptar mi decisión, mi mamá me dijo un tiempo después: “Cuando eras pequeño y tu abuela te vio un día jugando con otros niños me dijo: ‘Recuerda mis palabras, ¡este niño se convertirá en predicador algún día!”. Mi madre se río de su comentario, pero nunca lo olvidó; ahora parecía hacerse realidad. La Escritura, en el contexto de una relación personal con Dios y una comunidad de fe en la presencia del Espíritu Santo, es el principio rector en el sendero en la gracia.

Otro aspecto importante del sendero en la gracia es que nadie debe viajar solo. No es un viaje en solitario donde un seguidor de Jesús anda por su cuenta. Los discípulos en el camino a Emaús no estaban solos, leemos de dos de ellos viajando juntos. El sendero en la gracia se vive en comunidad. La importancia de este punto no debe subestimarse. Dios nos creó para estar en comunidades, en relación con Él, con otras personas e incluso con el resto de la creación. Por tanto, la comunidad es fundamental para el viaje en la gracia. Piénselo: todos necesitamos apoyo, aliento, ayuda, exhortación e incluso palabras de advertencia de otros que van con nosotros y nos aman. Y nosotros debemos hacer lo mismo por los demás en nuestras vidas, especialmente en la comunidad de fe. La Biblia enfatiza este punto cuando habla del “pueblo de Israel” o “el Pueblo de Dios”, el “cuerpo de Cristo”, la “casa de Dios” y nos instruye a vivir intencionalmente en esa comunidad para ser una luz para el mundo y marcar la diferencia. Juntos, estamos llamados a participar con Dios en su misión de “id y haced discípulos a todas las naciones” (Mateo 28:19).

Cuando miro mi propio recorrido en la gracia, hubiera sido imposible sin la ayuda y el apoyo de otras personas. Muchos de ellos se habían convertido en mentores para mí en diferentes etapas de mi vida y algunos incluso durante la mayor parte de mi viaje. Me quedó claro que yo también estaba llamado a acompañar a otros en sus viajes, algunos por un tiempo más corto y otros por un tiempo más largo, para ayudarlos, animarlos o amonestarlos a veces, todo para ayudarlos en el camino a convertirse en seguidores más fuertes de Jesús.

Encuentro un aspecto importante más, del sendero en la gracia en esta historia de los discípulos en el camino a Emaús. Después de darse cuenta de que era Jesús quién estaba con ellos y a quien habían encontrado, no pudieron guardarse esa buna noticia para sí mismos. Regresaron a Jerusalén para compartir lo que habían experimentado con los otros discípulos. El sendero en la gracia no comenzó conmigo, yo fui invitado a unirme a otros en este viaje, pero ¡tampoco termina conmigo! Debo invitar a otros a unirse al sendero en la gracia. Esto no se trata tanto de una exigencia, sino que brota de la alegría vivida y del amor recibido. ¡Simplemente no puedo guardármelo para mí!

Estoy agradecido de haber tenido el privilegio de compartir mi fe y mi experiencia con otras personas en mi vida. Una de las primeras personas con las que compartí mi fe fue mi propio hermano. Era escéptico al principio, pero Dios estaba obrando en su vida. Conoció a otros cristianos, entre ellos a una chica que más tarde se convertiría en su esposa. Ser parte de ese cambio en la vida de mi hermano fue una de las experiencias más emocionantes para mí. Empecé a comprender que el propósito y la meta del sendero en la gracia no era “para que yo llegara al cielo”. Bueno, eso es parte de esto y ciertamente uno de los resultados de seguir a Jesús, pero el objetivo principal era ser transformado a la semejanza de Cristo (santificación) para poder compartir esta buena noticia con otros, para que puedan experimentar la gracia y el amor de Dios en la medida más completa.

Dios ha creado a la humanidad a Su imagen. A través del pecado, esta imagen fue corrompida y distorsionada. Desde la caída de Adán y Eva, Dios ha tenido la misión de restaurar esa imagen en nosotros y renovar toda la creación. Y mientras hace eso, nos invita a nosotros (Su pueblo) a participar en esa misión. Ese es el propósito del sendero en la gracia, y la meta es que experimentemos la presencia y la gloria de Dios en la creación renovada para toda la eternidad.

El sendero en la gracia no es un programa de la iglesia, ni es un método para discipular a otros ¡El sendero en la gracia es una vida con Dios! Eso es lo que quiero que sea mi vida: un sendero en la gracia; ¡Te invito a emprender ese viaje también!

Klaus Arnold es director de Educación Global y Desarrollo Ministerial de la Iglesia del Nazareno.

Holiness Today, March/April 2021           

 

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