Una Oración de Isaías De Isaías 6:1-8

Una Oración de Isaías De Isaías 6:1-8

La oración es un componente vital de la vida del creyente, porque es la línea directa de nuestra comunicación con Dios. A través de la oración, entramos en el reino de la eternidad y tenemos el privilegio de acercarnos al mismísimo propiciatorio de Dios. Esa admisión se concede a los creyentes sólo mediante la perfecta obra de redención de Cristo Jesús. Y aunque ese acceso es nuestro derecho de nacimiento como creyentes nacidos de nuevo, sabemos que la eficacia en la oración está críticamente relacionada con la forma en que nos acercamos al trono de la gracia.

Por esta razón, las Escrituras registran muchos ejemplos de oración útil. Al examinar las oraciones de estos héroes de la fe, aprendemos las condiciones de espíritu que mueven el cielo. El acontecimiento de la vida de Isaías registrado en el capitulo 6 de Isaías (que se resume brevemente a continuación) es un ejemplo clave.

La narración comienza con la conciencia de Isaías de su desesperada necesidad y registra que fue al lugar correcto para encontrar la solución. En este tiempo de agitación e incertidumbre, Isaías no se sumió en la desesperación, sino que intencionalmente entró en la casa de Dios en busca de la respuesta del cielo. Allí tuvo una visión del Señor en su trono. Curiosamente, Isaías se dio cuenta de que la presencia de Dios no sólo estaba en el cielo, sino que también llenaba el templo en la tierra (v. 1). De hecho, entendió que toda la tierra está llena de la gloria de Dios (v. 3).

Esta visión abrumadora inmediatamente hizo que Isaías sintiera temor y asombro y le reveló su gran necesidad: “¡Hay de mí! Porque estoy perdido” (v. 5). Es vital que apreciemos por qué Isaías fue vencido. Las Escrituras revelan que Isaías no estaba angustiado porque fuera un ser finito, débil o ignorante en la presencia de un Dios Infinito, Omnipotente y Omnisciente. Más bien, se abatió porque se dio cuenta de que era un ser pecador en la presencia de un Dios SANTO. Como el publicano en la parábola del evangelio (Lucas 18:13), Isaías clamó a Dios en humilde reconocimiento de su necesidad espiritual. Y el Dios de la eternidad escuchó y respondió al clamor de su corazón.

Un serafín fue enviado con un carbón encendido del altar de Dios con el que tocó los labios de Isaías (v. 6). Este toque limpiador fue un toque de doble bendición. No sólo purgó el pecado de Isaías, sino que también eliminó su iniquidad.

Fue entonces cuando Isaías pudo escuchar la voz del Señor quien buscaba a alguien que fuera a comunicar el importante mensaje de Dios a un mundo necesitado. Además, Isaías fue fortalecido espiritualmente para responder afirmativamente a este llamado celestial: “Heme aquí, envíame” (v. 8).

Hay mucho en este evento fundamental en la vida del profeta Isaías, y de él hay muchas lecciones de vida que podemos extraer sobre la oración, el llamado de Dios y nuestra respuesta. Sin embargo, para nuestros propósitos aquí, quiero centrarme en la desesperación y la humildad de Isaías, porque creo que estas condiciones del corazón son claves para el poderoso avance de Isaías. Hay tres elementos esenciales para aprovechar la oración que se registran en Santiago 5:16-18. Estas son orar por las cosas correctas (oración efectiva), orar con urgencia (oración ferviente) y orar en una relación correcta (oración justa). Isaías se acercó al Señor con estos elementos esenciales y, al igual que la oración de Elías (Santiago 5:17-18), la oración de Isaías valió en el cielo. En particular, se necesita fervor para que la oración tenga éxito. Con demasiada frecuencia nos acercamos a Dios con un espíritu tibio y falta de temperatura para liberar el fuego del altar de Dios. La oración ferviente no sólo se identifica con una urgencia profunda, sino que también incluye el reconocimiento revelado por el Espíritu de que estamos arruinados a menos que movamos el cielo. ¡A Dónde puedo ir sino al Señor, porque sólo Él puede librarme!

Que Dios nos ayude a cultivar la humildad en la oración, buscando su voluntad y su camino, no los nuestros. Que seamos bendecidos del cielo con ferviente deseo de ver avanzado su Reino. Y que seamos fortalecidos en un servicio voluntario y eficaz a nuestro Dios y Rey.

Concluiré con este desafío ¿Cuánto tiempo ha pasado desde que, después de un tiempo de oración, se sintió movido a un compromiso que cambiaría su vida? No permitamos que dure más de lo que ya ha tardado. ¿Podemos proponernos llevar el “Heme aquí, envíame a mí” de Isaías a nuestra próxima cita con Dios? ¿Podemos desear ser transformados por el llamado escrutador del cielo? Isaías escuchó espiritualmente la voz del Señor que decía: “¿A quién enviaré, y quién irá por nosotros?” Luego respondió inmediatamente: “Aquí estoy; envíame a mí”. ¡Esa misma gracia es abundante para todos nosotros!

Dan Gilmore es superintendente de Distrito en el Distrito Norte de Michigan.

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