La Vida es como un Sendero

La Vida es como un Sendero

La Vida es como un Sendero

Nuestra vida espiritual es como un sendero: un sendero en la gracia. Comienza cuando escuchamos el llamado de Dios para venir y seguirlo, para poner nuestra fe en Jesucristo. Esto fue cierto en la vida de Simón Pedro. Un día, estaba limpiando sus redes de pesca con su hermano Andrés. Jesús los miró y los invitó a venir y seguirlo. Inmediatamente, Pedro y Andrés dejaron todo y siguieron a Jesús. Esa decisión les cambió la vida.

Años mas tarde, Pedro escribió en 2 Pedro 1:1-2: “Simón Pedro, siervo y apóstol de Jesucristo, a los que por la justicia de nuestro Dios y Salvador Jesucristo han recibido una fe tan preciosa como la nuestra. Que abunden en ustedes la gracia y la paz por medio del conocimiento que tienen de Dios y de Jesús nuestro Señor.”

La justicia de Cristo se convirtió en la justicia de Pedro, y le fue dada una posición justa ante Dios (2 Corintios 5:21). Al igual que Pedro, cuando confiamos en Jesús como nuestro Salvador, recibimos Su justicia. Cuando nos unimos a Jesús en un sendero de discipulado recibimos la gracia de Dios. Dios, en su misericordia, no nos da lo que merecemos; Dios en su Gracia, nos da lo que no merecemos. Nuestro Dios es “el Dios de toda gracia” (1 Pedro 5:10), y Él canaliza esa gracia hacia nosotros a través de Jesucristo (Juan 1:16). Como resultado de poner nuestra fe en Jesús, también recibimos paz. Paz con Dios (Romanos 5:1) y la paz de Dios.

En nuestro caminar con Cristo, cuando ponemos nuestra fe en Jesús, también experimentamos el poder de Dios y recibimos todo lo que necesitamos para crecer espiritualmente: “Su divino poder, al darnos el conocimiento de aquel que nos llamó por su propia gloria y excelencia, nos ha concedido todas las cosas que necesitamos para vivir como Dios manda. Así Dios nos ha entregado sus preciosas y magníficas promesas para ustedes, luego de escapar de la corrupción que hay en el mundo debido a los malos deseos, lleguen a tener parte en la naturaleza divina”. (2 Pedro 1:3-4).

Dios nos promete que, a través de Su Palabra, El nos capacitará para desarrollar esta vida y piedad. Sus promesas nos guiarán a vivir una vida victoriosa porque vienen de un Dios Todopoderoso. Son preciosas porque su valor es incalculable. A medida que avanzamos en nuestro camino, el Espíritu de Dios usa Su Palabra para impartirnos la naturaleza misma de Dios. Su Espíritu nos ayuda a escapar de la corrupción, la contaminación y la decadencia de este mundo. Una vida piadosa es el resultado de cultivar Su naturaleza en el interior.

Todos estamos en un viaje de por vida. Cuando alguien se gradúa de la escuela secundaria o la universidad, la ceremonia que concluye formalmente su educación se llama “graduación”. La mayoría de nosotros pensamos de esta ceremonia de graduación como el final de un proceso, pero la “graduación”, en realidad marca un comienzo. Ahora que su educación ha terminado, ¡puede comenzar la vida real! Mucha gente piensa de su relación con Cristo como un proceso terminado: recibí a Jesús como mi Salvador, soy cristiano ¡ahora estoy completo! Sin embargo, como un acto de graduación, ¡venir a Cristo es tanto un final como un comienzo! Nuestra relación debe ser nueva y creciente. El discipulado es el proceso de llegar a ser como Cristo, y es un llamado para toda la vida que requiere fe, devoción y energía.

El progreso y el crecimiento espiritual en este sendero no es automático. Requieren cooperación con Dios, diligencia espiritual y disciplina. Literalmente, Pedro escribió: “Esfuércense por añadir a su fe” (2 Pedro 1:5-7). Trabajamos junto con Dios para crecer espiritualmente, haciéndonos cada vez más como Jesucristo. Cuando no estamos creciendo, nos volvemos ineficientes (“estériles”) e improductivos (“infructuosos”). “Porque estas cualidades, si abundan en ustedes, los harán crecer en el conocimiento de nuestro Señor Jesucristo, y evitarán que sean inútiles e improductivos”. (2 Pedro 1:8).

Cuanto más nos parecemos a Jesucristo, más nos puede usar el Espíritu para testificar y servir. Algunos de los cristianos más efectivos que he conocido son personas sin talentos impresionates o habilidades especiales, o incluso sin personalidades enérgicas; sin embargo, Dios los ha usado de maneras maravillosas.[1] ¿Por qué? Porque se estaban volviendo cada vez más como Jesucristo. Son fructíferos porque son fieles. Son eficaces porque están creciendo en su experiencia Cristiana. La vida cristiana Comienza con la fe, pero esa fe debe conducir al crecimiento espiritual. Y el crecimiento espiritual conduce a una vida fructífera.

Nuestro crecimiento Espiritual no ocurrirá por accidente. Si queremos llegar a ser más como Jesucristo, tomará tiempo y la práctica de disciplinas necesarias para el crecimiento espiritual. Estudie la Palabra: una de las formas en que llegamos a conocer a Dios es escuchando lo que tiene que decirnos. Ore diariamente: es nuestra conversación con Dios: háblele a Él y Él le hablará. Examine su corazón: “Crea en mi, oh Dios, un corazón limpio, y renueva la firmeza de mi espíritu” (Salmo 51:10).

Nuestro mayor crecimiento espiritual tendrá lugar cuando examinemos honestamente nuestro corazón para encontrar áreas que no estén en armonía con la voluntad de Dios. Su camino para llegar a ser más como Cristo se verá muy fortalecido en las relaciones con otros cristianos. Involúcrese en el compañerismo y en grupos de rendición de cuentas, porque la vida cristiana no es un deporte en solitario; es algo que hacemos juntos. Conocer a Jesús y tener una relación genuina con Él significa cambiar nuestra vida para siempre. Siga creciendo en y con Él, haciéndose cada vez más como Él. Concéntrese en ser un discípulo de Cristo en crecimiento, buscando una relación dinámica con el Señor viviente. ¡Su vida nunca será la misma! Disfrute el sendero en la Gracia de Dios.

 

David Graves es Superintendente General de la Iglesia del Nazareno.

Holiness Today, marzo/abril 2021

 

[1]  Warren Wiersbe, Alertas en Cristo: 2 Pedro, 2 y 3 Juan, Judas (David C. Cook: Colorado Springs, 2013), 275.

Public