Pertenencia: El Fundamento de Nuestra Identidad
Una de las cuestiones que a menudo desafía a los creyentes es si todos son bienvenidos a seguir a Jesús, independientemente de su pasado y de su condición actual. Para Jesús, todos eran bienvenidos tal como eran a caminar con él, a escuchar sus enseñanzas y a pertenecer al grupo de sus seguidores. De hecho, cuando llamó a los discípulos, no los llamó originalmente a "creer en él". Su llamado a los discípulos, sobre todo a los más cercanos a él, fue un llamado a seguirlo. A cada uno de ellos los invitó a seguirlo (Mateo 4:18-22; Marcos 1:16-20; Lucas 5:27). Sabía que su presencia, su ejemplo y su autoridad tenían el poder de transformar a un simple seguidor en un discípulo creyente. Sin embargo, la invitación a seguirle se extendía a todos. De hecho, en cada encuentro que Jesús tuvo con las multitudes, no limitó Su presencia, Sus enseñanzas y Sus milagros sólo a los que creían. Su amor incondicional estaba disponible para todos los que independientemente de su pasado o de sus expectativas actuales, estaban dispuestos a escuchar, a venir y a seguir.
Hace varios años, tuve el privilegio de escribir en un libro editado por Leonard Sweet sobre la historia no contada, sobre el despertar global de Dios. En su introducción, Len describe ese corazón amoroso e incondicional que movió a Jesús a recibir a todos. "Jesús saludaba a todos los que encontraba como la original, sacramental y transfigurada niña de sus ojos. Su imaginación nos muestra la imagen de Dios en cada persona"[1]. La premisa aquí es está, puesto que todos están hechos a la imagen de Dios, y ya que el plan de Dios es reconciliar a la creación con Dios es a través de Cristo, entonces, todos pertenecen. Todo el mundo.
En Jesús aprendemos que aunque el plan de salvación es para todos los que creen (Juan 3:16), Jesús dio a todos la oportunidad de viajar con Él y escucharle, explorar sus enseñanzas, experimentar sus milagros y su poder, y descubrir la profundidad de su amor. Como resultado del viaje con Él, algunos creyeron y entraron en el plan de salvación de Dios. Otros no creyeron y no accedieron a la bendición de su plan salvífico. Sin embargo, Jesús nunca rechazó a los que a pesar de haber viajado con Él, decidieron no creer.
Tenemos que asegurarnos que no estamos minimizando el valor de creer en Cristo como el principio central del plan de salvación de Dios para la humanidad. El plan no ha cambiado. En Juan 3:16-17, Jesús explica el plan con claridad, elocuencia y propósito: Jesús vino a salvar al mundo entero. La salvación está directamente conectada a Él y depende de creer en Él. Nadie debe cambiar eso ni puede hacerlo. Sin embargo, lo que yo trato de resaltar con el concepto de pertenencia es que, al disponer del plan de salvación de Dios para toda la humanidad, Jesús permitió que todos acudieran a Él. Sus enseñanzas y sus prácticas enfatizaban la realidad de que todos eran bienvenidos a seguirle, a escucharle y a formar parte de su multitud. Todos pertenecían. Sí, se esperaba que todos creyeran, pero ese era el regalo. La pertenencia era el escenario...
"Lo seguían grandes multitudes de Galilea, Decápolis, Jerusalén, Judea y de la región al otro lado del Jordán..." (Mateo 4:25).
Pero, "la gente se enteró y lo siguió. Él los recibió y les habló del reino de Dios. También sanó a los que lo necesitaban". (Lucas 9:11)
Incluso otros le seguían por su fama o reputación o porque había algo material que podían obtener de su ministerio (Juan 6:2).
Uno de los puntos en común de estos relatos es que había grandes multitudes que seguían a Jesús. Había gente que estaba interesada en sus enseñanzas, en sus milagros, en su persona o en todo lo anterior. Pero Jesús las ministraba y las recibía sin importar sus intenciones o sus antecedentes personales. De los miles de personas que le seguían, muy pocos eran creyentes (incluso entre su círculo más cercano). Esto no impidió que Jesús los amara y atendiera sus necesidades físicas y emocionales.
Jesús fue incluso más allá de la actitud de "todo el mundo es bienvenido" modelada en el reino de Dios. Él se acercó intencionadamente a aquellos que habían sido intencionadamente marginados y excluidos por las normas religiosas o sociales de su tiempo. La mesa de la pertenencia no sólo se ofreció. Se extendió:
- Los niños ruidosos e inquietos. Mientras sus discípulos y los que le rodeaban se molestaban por la presencia de niños alrededor de Jesús, éste les recordaba que "el reino de los cielos es de los que son como ellos" (Mateo 19:14).
- El detestable recaudador de impuestos. Aunque los recaudadores de impuestos eran despreciados tanto por los líderes religiosos como por la sociedad en general debido a sus prácticas corruptas, la gente recibió al menos a dos de ellos: a Mateo, a quien se le dio el privilegio de escribir uno de los evangelios (Marcos 2:13-17), y a Zaqueo, para ilustrar que Él había venido a buscar y salvar a los perdidos (Lucas 19:1-10).
- La desdichada mujer pecadora (Lucas 7:36-50). Estando en casa de un líder religioso, Jesús fue ungido por "una mujer de aquella ciudad que llevaba una vida pecaminosa". Mientras el líder religioso cuestionaba su mal juicio y falta de discernimiento por permitir que una mujer pecadora se le acercara, Jesús destacó el valor de la fe de la mujer por encima de las tradiciones y los prejuicios del religioso.
- La mujer adúltera condenada (Juan 8:1-11). En esta historia crucial que presentaba la realidad de la ley y el poder salvífico del amor, Jesús eligió intencionadamente no violar la Ley al pasar por alto el pecado de la mujer y al mismo tiempo, proteger lo que buscaba, que era salvar lo que estaba perdido. Su reacción, llena de justicia y amor, mostró su dulzura y su perdón mientras invitaba a la mujer a renunciar a un estilo de vida imprudente. Que ella lo haya hecho o no es otra historia. Jesús la recibió, la amó y la perdonó a pesar de todo.
- Los intocables leprosos. Cuando se le acercó un leproso, Jesús no lo apartó ni lo asustó; incluso lo tocó y lo sanó (Mateo 8:3).
- La mujer samaritana marginada. Mientras que la sabiduría convencional y los códigos religiosos prohibían a un buen rabino judío pisar suelo samaritano, y aún más hablar con una mujer, Jesús tuvo que ir a Samaria y compartir las buenas noticias con la mujer samaritana (Juan 4:1-41).
En la visión de Jesús de una creación transformada y redimida, todos eran bienvenidos porque todos habían sido creados a su propia imagen y Él aceptaba que todos fueran sus seguidores. Por eso la iglesia del primer siglo imitó la actitud cordial de Cristo. Pablo escribió a los romanos recordándoles: "Por tanto, acéptense mutuamente, así como Cristo los aceptó a ustedes para gloria de Dios" (Romanos 15:7).
Aquí es donde está el corazón de nuestra misión. No todos los que seguían a Jesús creían en Él. Pero eso no le impidió ministrarlos. Todos eran bienvenidos a seguirlo. Esto debe ser la parte esencial del ADN de la Iglesia de Cristo. Aunque no todos crean, y aunque muchos de los que vienen no se ajusten a lo que entendemos como aceptable para la comunidad, todos deben ser bienvenidos a la comunidad de los seguidores.
(Este es un extracto de un capítulo escrito por Gustavo Crocker en el libro Belong, [Pertenecer], por Gustavo Crocker, Stephanie Lobdell y Jerry Kester)
Gustavo Crocker es superintendente general de la Iglesia del Nazareno.
[1] Leonard Sweet, 2014. In Sweet and Davis, editors. We are the Church: The Untold Story of God’s Global Awakening, [Somos la Iglesia: La Historia No Contada del Despertar Global de Dios] Orlando, FL, Billion Soul Publishing, p.xxix